Ante diem tertium Nonas Augustas: Supplicia canum
Ma s’a conoscer la prima radice / Pero si conocer la primera raíz
del nostro amor tu hai cotanto affetto, / de nuestro amor deseas tanto,
dirò come colui che piange e dice. / haré como el que llora y habla.
Noi leggiavamo un giorno per diletto / Por entretenernos leíamos un día
di Lancialotto come amor lo strinse; / de Lancelote, cómo el amor lo oprimiera;
soli eravamo e sanza alcun sospetto. / estábamos solos, y sin sospecha alguna.
Per più fïate li occhi ci sospinse / Muchas veces los ojos túvonos suspensos
quella lettura, e scolorocci il viso; / la lectura, y descolorido el rostro:
ma solo un punto fu quel che ci vinse. / mas sólo un punto nos dejó vencidos.
Quando leggemmo il disïato riso / Cuando leímos que la deseada risa
esser basciato da cotanto amante, / besada fue por tal amante,
questi, che mai da me non fia diviso, / este que nunca de mí se había apartado
la bocca mi basciò tutto tremante. / temblando entero me besó en la boca:
Galeotto fu ’l libro e chi lo scrisse: / el libro fue y su autor, para nos Galeoto,
quel giorno più non vi leggemmo avante». / y desde entonces no más ya no leímos.
Mentre che l’uno spirto questo disse, / Mientras el espíritu estas cosas decía
l’altro piangëa; sì che di pietade / el otro lloraba tanto que de piedad
io venni men così com’io morisse. / yo vine a menos como si muriera;
E caddi come corpo morto cade. / y caí como un cuerpo muerto cae.
No vino. Esperaba que viniera, pero la Divina Comedia es su obra inacabada. En los lejanos días que se esconden en la memoria, William Blake y Dante Alighieri van juntos. Antes, mucho antes, ya había entrevisto a uno y otro. Pero fueron mis días de estudiante los que los unieron. A lo que está escrito es posible llegar, pero tarde, muy tarde, he llegado a ver una obra original de Blake, hace menos de tres semanas.
Al tiempo que yo descubría a este artista visionario leía por primera al poeta florentino. De él supe antes, porque el sistema educativo no consideraba pernicioso el saber, y la primera vez que leí el nombre de Dante, sólo una cita en un tema que después pondría algunos textos de Garcilaso de la Vega tenía once años. Pero antes de leerlo se cruzó en mi camino otro escritor, esta vez en mi lengua aunque de ella dijera unas cuantas estupideces.
Jorge Luis Borges tiene un ensayo sobre la Divina Comedia, no uno sino nueve. Nueve ensayos dantescos, un hermoso escrito, para introducirse en la obra selvática de Dante. Leía la Divina Comedia en el autobús cuando iba a la lejana biblioteca bonaerense que era su puesto trabajo. Como él, mucho más cercano mi puesto de trabajo, que compaginaba con los estudios, también yo leía esta obra de Borges en el autobús. A partir de ahí ya solo quise leerla. Pero que difícil encontrar una edición bilingüe, que difícil que tengan en cuenta tus peticiones, casi adolescente, en una pequeña ciudad que sólo tenía y tiene cuatro librerías. Que extrañeza causa esta obra, tan citada, tan recreada por el arte, tan poco leída. Hace pocos años fui testigo de la cara de estupor de la cajera de la Feltrinelli de Alberto Sordi en Roma cuando compraba la caja de doce CDs que contenía el recitado completo de la Divina Comedia. Porque ahora, ya no viene sola la lectura sino acompañada de la voz.
Borges me llevó definitivamente hasta Dante, y del ensayo de Borges recuerdo especialmente dos cosas, aunque cite de memoria y nunca haya vuelto sobre esta obra. Decía Borges, creo que citando a alguien, que Dante escribió la Divina Comedia para poder tener algunos encuentros con Beatriz Portinari. Que Beatriz lo fue todo en la vida de Dante y Dante contó muy poco, si no nada, en la vida de Beatriz. Que Dante al encontrarse con Paolo y Francesca en el Infierno, en el Canto V, en el círculo de los lujuriosos, veía a estos amantes con envidia.
Hay un verso clave: questi, che mai da me non fia diviso / éste del que nunca seré separada. Sí es un hermoso verso, pero los años me han enseñado que esto no fue probablemente como lo escribe Borges. La amada ideal es la amada ausente o lejana. La amada perfecta es la amada muerta. Beatrice Folco di Portinari muerta a los veinticinco años de sobreparto, Laura de Noves muerta a los treinta y ocho en la gran epidemia de la Peste Negra, abandonada por todos, por su marido y por Petrarca que huyeron despavoridos. Nunca más serían las mujeres reales de carne y hueso, que envejecerían, con las que habría que tratar día a día. Son perfectas, únicas, ideales, como tantas más que les siguieron.
William Blake el poeta y artista visionario tuvo un desengaño amoroso y encontró un día a una joven, analfabeta, hija de un verdulero, Catherine Boucher. Le contó la historia de su desengaño y le preguntó si le daba lástima. Ella contestó que sí y el de dijo: «entonces, te quiero». William Blake y Catherine Boucher se casaron en 1782 con gran disgusto de los padres de William. Este enseñó a leer y escribir a su esposa y las técnicas de grabado. Catherine fue la colaboradora y coautora de los grabados de William Blake. Hubo problemas como no puede ser menos en la vida, pero William Blake no se puso a cantar a una amada perfecta sino que vivió con una real. Cuando en 1827 Blake murió, tras cuarenta y cinco años de matrimonio, William y Catherine solo habían estado separados en ese tiempo cinco semanas.
Traducción de los versos de la Divina Comedia procedente de Wikisource.