Idus Apriles: Iuppiter Victor, Ludi Ceriales
Venecia es una ciudad diferente, parece una obviedad, pero lo es, más allá de quien ha visto cientos de veces sus imágenes por televisión, en el cine y fotografías por todas partes. Lo es como no lo saben la mayoría de visitantes que ha tenido y tiene en los tiempos de turismo masivo. Nada digo de otros tiempos, de viaje lento, de la época del Grand Tour. El turismo masivo sólo se concentra en dos puntos: la Piazza San Marco con su prolongación en la Riva degli Schiavoni y el Puente de Rialto. Algo también en Santa María della Salute y la Punta della Dogana con su horrible estatua del niño de plástico que necesita un vigilante para que alguien con arrojo y sentido estético no la destroce y la tire al mar. Yo estuve hace unos años unas horas en Venecia, trabajando. Mi Venecia de entonces no fue más que un caos de multitud y ganas de salir corriendo. Aquella no fue la Venecia que estudié en otros tiempos, apenas pude ver nada. Como todos los turistas, aunque yo no fui turista entonces, no pasé de los tres primeros puntos. Hice una sofocante cola para entrar en la Basílica de San Marcos y vi la Palla d’Oro. La Plaza de San Marcos tenía una multitud tan grande aquel día de junio de 2005 que apenas podía ver nada por encima de las cabezas. Tenía ganas de salir corriendo sí, pero sabía que a Venecia le esperaba otra oportunidad, en otra época del año, con otras circunstancias, y también que había que huir a ser posible de los puntos siempre fotografiados, los que siempre salen en los reportajes, porque había “otra” Venecia.
Volví a Venecia hace poco más de un mes, en una época todavía fría. Es imposible que Venecia no tenga visitantes, pero son muchos años de patear ciudades históricas europeas para comprobar que la ley del turismo se cumple siempre. Hasta en Venecia, tan pequeña en el fondo. Fuera de los tres puntos mencionados la ciudad es visitable y en muchos lugares hasta desértica. Pero tarde o temprano se llega a los lugares de la multitud, a los lugares emblemáticos. Tampoco se puede escapar de ellos.
¿Cuántas veces en mi vida habré visto imágenes de la Plaza de San Marcos y del Palacio Ducal? Además, se trata de un espacio estudiado en otros tiempos y ahora, tanto en su aspecto histórico-político como artístico. Pero como siempre hay que estar allí para darse cuenta de qué enorme mentira son las imágenes en movimiento y las fotografías. Los inicios de marzo no son época de multitudes, los tiempos que vivimos tampoco. Esta vez Piazza San Marco era accesible a la mirada y entonces es posible el hallazgo, la sorpresa en lo que se creía ya visto.
En otro momento escribiré sobre el gótico de Venecia, porque me sacaría del tema de esta entrada. Venecia es la ciudad más gótica de Italia, pero su gótico es diferente. Todo en Italia es “diferente”. Es curioso que estudiamos en arte europeo teniendo como paradigma el arte italiano sin darnos cuenta verdaderamente que el arte italiano es la excepción, no la norma. Sí se lee en los libros de historia del arte sobre Venecia, sus palacios góticos y sobre todo el Palacio Ducal. el palacio sede del gobierno de la Serenísima República, no teniendo en cuenta lo extraño, lo excepcional que es ese palacio si se lo compara con otros edificios del gótico civil de otros lugares de Europa.
La planta baja del Palacio Ducal tiene unos soportales, una loggia, que da tanto a la Plaza de San Marcos como a la Riva degli Schiavoni. Unas columnas de distinto grosor, sin basa, cortas, rechonchas, pesadas, que casi no merecen el nombre de columnas, sostienen el primer piso de arcos ojivales. Entre los fustes y el arranque del arco hay unos curiosos capiteles. Bajo un ábaco octogonal, en casi todos ellos se desarrolla una decoración vegetal que recuerda al acanto clásico, pero que no tengo por seguro identificar que sean acantos, otras hojas que podrían ser hasta de lechuga, o una traducción vegetal-naturalista del motivo abstracto de la palmeta a lo largo de más de dos mil años. Ernst Gombrich dixit, no yo. Venecia es diferente, Venecia es una ciudad sin árboles. Solo en un campo, porque Venecia solo tiene una plaza, la Piazza San Marco, lo demás son campi, vi dos o tres árboles. Muchos siglos antes de los arquitectos prima donna que inventaron las plazas invivibles de nuestras ciudades en los años ochenta de un siglo ya pasado, en un milenio ya fenecido, esas plazas las tenían en Venecia, pero porque no había más remedio.
Con el estilo gótico comenzó una sensibilidad nueva y la vegetación de Europa trepó por los fustes de las columnas, por los baquetones de los pilares para instalarse en los capiteles. En Venecia tan falta de verdor, de paisaje, una vegetación de piedra se despliega en los capiteles del Palacio Ducal. Dura y pétrea es la Plaza de San Marcos que incluso en un día de principios de Marzo hay que huir del sol inmisericorde. Pero para eso está el fresco soportal del Palacio Ducal. Una sombra acogedora y lentos pasos para ir dándose cuenta como esos capiteles tienen una “anormalidad”. Los libros repiten que el gótico se caracteriza por la decoración vegetal, que el capitel historiado con escenas es propio de estilo anterior, del románico…, pues aquí está la excepción: unos capiteles góticos, de un palacio gótico sin ninguna duda, pues el actual Palacio Ducal es de los siglo XIV y XV, tiene en los capiteles de las columnas, escenas, historias, como si en lugar de tallarse a finales del siglo XIV y en el siglo XV se hubiera hecho en el siglo XII.
Ahora el paso se hace más lento. A la sombra, en la parte interior del soportal voy mirando con más detalle las escenas entre el acanto o la lechuga. Caras, cabezas, aves como en el románico, guirnaldas, cestos de fruta y… una pareja acostada, bajo la misma sábana, abrazada, ella con el largo pelo suelto, él con el cabello rizado. Curioso, esto se pone interesante. Vamos a ver que hay en las otras partes del capitel. Si desde dentro del pórtico se va hacia la derecha se ve el resultado de tales prácticas yacentes. Si se va hacia la izquierda se ven los preliminares porque la pareja está besándose.
Para ver toda la historia hay que salir al sol de la plaza y dar la espalda a la Biblioteca Marciana. Porque ahí es dónde está la primera escena, la que da origen a todo: en algo que parece una construcción almenada, como un balcón está una mujer, fuera a su misma altura, pero hemos de imaginar que más abajo, está el hombre de pelo rizado. Antes que se escriba Romeo y Julieta y que Cyrano de Bergerac hable a Roxane en la oscuridad de la noche tenemos una escena del balcón. Bien sigue el cortejo porque este continúa a medida que nos movemos un poco a la derecha. En el mismo nivel, hablando de tú a tú están el hombre y la mujer. Aún no se tocan. Ella lleva la mano izquierda a su corazón y levanta la otra como con sorpresa. Él tiene las suyas cruzadas también a la altura del corazón y vemos que porta espada. ¿Es un caballero? Estamos en Venecia, la sociedad veneciana era diferente de la resto de Italia y de Europa, pues hasta las más ricas familias patricias se dedicaban al comercio, aunque eso no excluye la lucha por el control de territorios. Avanzamos un poco más y vemos la espalda de la mujer en la escena siguiente, su largo pelo se recoge en trenzas que caen por su espalda. De nuevo están ambos uno frente a otro, ella con su mano izquierda corona al hombre, ambos unen sus manos derechas. Puede resultar extraño hoy pero enseguida se puede interpretar la escena como la ceremonia de matrimonio. Estamos en Venecia a finales del siglo XIV o principios de siglo XV. La ciudad es pequeña, su singularidad de estar construida en las islas de la laguna es su defensa desde hace siglos, pero también su límite territorial. La ciudad no puede crecer más, las ciudad sólo puede sostener a un número de habitantes determinado. Estamos en tiempos donde la muerte hace brechas en las poblaciones, por medio de epidemias, de hambrunas y corta esperanza de vida, pero aún así no se puede crecer de manera indiscriminada. Por más cerca que Venecia esté situada inmediatamente al oeste de la Línea de Hajnal es un territorio que por sus características físicas, una ciudad creada en las islas de la laguna sin dominios en tierra firme hasta bastante avanzada su historia, una economía basada en actividades urbanas, artesanado, comercio, navegación, su espacio escaso que no permitía la superpoblación. Esa joven cortejada en el balcón de su palacio, de su ca’ veneciana, no sería una adolescente sino una veinteañera, y el joven caballero que se casa portando su espada al cinto es posible que estuviera más cerca de los treinta años que de los veinte. Como en tantos lugares de Europa occidental, los matrimonios, fuera de las casas reales que nunca se pueden tener por modelo social, serían tardíos si se compara con lo que era y sigue siendo habitual en tantas partes del mundo. Solo Europa occidental ha presentado a lo largo de siglos esta característica antropológica, el matrimonio tardío, sobre todo en las mujeres y un alto número de individuos que jamás se casaban. Años de fertilidad que se no se utilizan controlan el crecimiento de la población.
Sigamos moviéndonos hacia la derecha. Todos los requiebros, todas las promesas, todo lo que se hayan dicho y escrito durante el cortejo pueden decírselo y realizarlo ahora sin vigilancias y sin barreras. De nuevo están uno frente al otro a punto de besarse. Sigamos avanzando. Ahora desde la sombra del soportal se puede ver de frente la fachada de la Biblioteca Marciana, es como si el escultor hubiera querido ocultar de las miradas de la plaza esta escena tan íntima, de ambos en la cama. Vemos el largo cabello de ella suelto y sus brazos alrededor del cuello de él, el embozo de la sábana, sus pliegues, las almohada donde ambos reposan sus cabezas, donde se ve como la mirada de uno está fija en los ojos del otro. Un poco más a la derecha y vamos saliendo de nuevo hacia el sol. De nuevo el uno frente al otro, de nuevo mirándose. El tocado de ambos ha cambiado. Ella no peina sus trenzas sino que tiene el cabello cubierto. Él lleva uno de esos gorros que estuvieron de moda principios del siglo XV, moda borgoñona como los tocados de Felipe el Bueno. Pero ya no son dos, son tres. Entre ambos sostienen al hijo, al pequeño fajado como era costumbre, envuelto en vendas. Cuando el cortejo avanzaba y ambos sabrían ya que acabaría en matrimonio ¿Pensaría ella que varias veces durante años pondría en peligro su vida? Cuando una mujer da a luz la muerte la toma de la mano. ¿Pensaría él que esa esposa a la que amaba podría morir como morían tantas madres? Pero todo ha salido bien, ahí están felices, mirándose por encima de la cabeza del hijo al que ambos sostienen.
Vamos un poco más hacia la plaza. La pareja, ahora trío, a la que se la ve más madura, que ha perdido el aire juvenil de la primeras escenas aunque no hayan pasado muchos años sigue mirándose, y siguen sosteniendo entre los dos al hijo o a la hija, pues es imposible saberlo, no ya porque sea una escultura pequeña entre la vegetación que decora el capitel, sino porque a los niños hasta bien entrado el siglo XIX se los vestía de niñas en sus primeros años. Niño o niña poco importa, se los ve felices con el hijo que va creciendo, que ya tendrá dos o tres años. Casi estamos ya en el exterior de nuevo, casi damos la espalda a la Biblioteca Marciana, el sol a esas horas de principios de la tarde, pasado el medio día deslumbra y no se acaba de apreciar al principio que es lo que vemos. La pareja que siete escenas antes comenzaba su cortejo, ella ahora con su tocado de mujer casada, él con su bonete borgoñón. No se miran el uno al otro, ella se lleva la mano derecha a la mejilla y hace un gesto de dolor. No sostienen a su hijo porque su hijo está tendido ante ambos, pequeño cuerpo rígido con los brazos a lo largo y las manos cruzadas. Muerto.
Una Historia en Piedra
Friedrich Rückert – Gustav Mahler
Kindertontenlieder 1904
Wenn dein Mütterlein / Cuando tu mamá
Tritt zu Tür herein / viene hacia la puerta,
Und den Kopf ich drehe, / y giro la cabeza,
Ihr entgegensehe, / para observarla,
Fällt auf ihr Gesicht / mi mirada no cae
Erst der Blick mir nicht, / primero hacia su rostro,
Sondern auf die Stelle / sino sobre el lugar,
Näher nach der Schwelle, / cerca del umbral,
Dort wo würde dein / donde tu carita
Lieb Gesichten sein, / solía estar,
Wenn du freudenhelle / cuando tú, radiante de alegría,
Trätest mit herein / entrabas, también,
Wie sonst, mein Töchterlein. / como de costumbre, hijita mía.
Wenn dein Mütterlein / Cuando tu mamá
Tritt zu Tür herein / viene hacia la puerta
Mit der Kerze Schimmer, / a la luz de la vela,
Ist es mir, als immer / me parece como si
Kämst du mit herein, / estuvieras entrando,
Huschtest hinterdrein / fugazmente tras ella,
Als wie sonst ins Zimmer. / como solías hacer, a la habitación.
O du, des Vaters Zelle / Oh tú, trocito de tu padre,
Ach zu schnelle / ¡Ay, tan pronto,
Erloschner Freudenschein! / mi alegría, tan pronto extinguida!
La traducción es de Kareol con algunas revisiones mías.