
Jorge Manuel Theotocopouli, Asunción de la Magdalena, 1607. Parroquia de Santa María Magdalena, Titulcia (Madrid) El Confidencial 5-6-2014
Ante diem quartum Kalendas Iulias
La noticia me lleva dando vueltas en borrador desde el mismo día que se publicó, pero las circunstancias de los últimos tiempos han distado de ser buenas. Ello me ha dado tiempo a volver varias veces sobre ella. Me parece desafortunado su titular con el amarillismo que sugiere, y toda una serie de datos que aparecen que a la vez me sorprenden porque ciertos comportamientos y actitudes se siguen repitiendo.
No tenía constancia de la existencia de la obra, y no creo que la vea nunca en su emplazamiento original. Quizá con lo que queda todavía de 2014, con el centenario de El Greco o con lo que éste colee posteriormente, puede que aparezca en alguna exposición temporal por la que me pierda. Pienso que si el cuadro en lugar de un pueblo del sur de la comunidad de Madrid estuviera en cualquier rincón perdido de Francia, cincuenta kilómetros antes de llegar por cualquier carretera habría indicadores que pondrían: Église de la Madeleine de Titulcia, chef d’oeuvre de l’atelier de El Greco o algo parecido. Pero no, esto no es Francia y los tópicos y las repeticiones de lo dicho por alguien se cumplen en este cuadro.
No puedo apreciar la calidad del cuadro, si los colores que aparecen en la foto corresponden con el original. Si es esto último, los barnices apenas han amarilleado y lo mejor que le puede pasar es que quede lejos de los restauradores actuales. La obra fue pintada todavía en vida de Domenikos Theotocopoulos, y es posible que el modelo iconográfico fuera suyo. El Greco, como cuenta Francisco Pacheco tenía modelos de todos los cuadros que había pintado, tiene series completas de los mismos motivos y volvía una y otra vez sobre los mismos temas. Incluso de obras de las que sólo queda un ejemplar, como Laooconte, se sabe que hizo varias con el mismo tema mitológico. Una obra que se contrata cuando todavía está con vida el Greco, que se acaba de pintar en 1607 cuando a El Greco todavía le quedan siete años de vida, que es muy caro, como solía pasar con sus obras, todo eso, pero luego los errores del artículo y el mezclar churras con merinas.
El artículo dice que es el primer desnudo de la pintura española. Eso es exagerado y lo de “integral” es calificativo de remotos tiempos. Desnudos los hubo antes, por ejemplo, en el mismo siglo XVI, en la misma Comunidad de Madrid, en la Torre de la Reina del Palacio de El Pardo, hacia 1560 tenemos la Dánae de Gaspar Becerra. Y la pintura religiosa siempre ha sido pródiga en desnudos, comenzado por el mismo Cristo y un sinfín de mártires. Decir que la Magdalena de Jorge Manuel Theotocopouli se adelanta al Descenso de Cristo al Limbo (de los Patriarcas) de 1655, tema que traté en esta entrada. Pero resulta que la hermosa mujer desnuda de espaldas no es otra que Eva, la madre de todos, que cuando está en el Paraíso siempre aparece desnuda, y se trata de pintura religiosa. Tenemos Evas y Adanes desnudos desde el arte paleocristiano. Aludir la Venus del Espejo de Velázquez es confundir una pintura religiosa con otra mitológica. Y en cuanto a la Maja desnuda de Goya ya no cabe comparación alguna porque aquí entramos en el caso de una pintura golfa, una gran obra de arte sí, pero que se encargó para enseñarla a los amigotes en noches de francachela o situaciones semejantes. La Magdalena de Jorge Manuel Theotocopouli no es el primer desnudo de la pintura española. Además es un desnudo muy púdico, dado que se cubre el pecho con los brazos y la larga cabellera tapa estratégicamente la zona genital. Otras Magdalenas he visto bastante más “desnudas”, recuerdo una en el Palazzo Barberini que no deja de sorprenderme cada vez que la veo.

Jorge Manuel Theotocopouli, La familia de El Greco, c.1605 Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Jorge Manuel Theotocopouli ha sido considerado un “pintor nefasto”. Alguien dijo eso, supongo que hará unos cien años, cuando su padre comenzó a ser considerado ya no un pintor de mamarrachos, sino uno de los padres de la vanguardia, y no ha dejado de ser repetido. También durante casi cien años El Greco ha sido prisionero de las interpretaciones de la Institución Libre de Enseñanza, que habló del “pintor místico” entre otras cosas que han sido desterradas ya por completo. El padre era un genio y el hijo al que este pintor formó un pintor nefasto. Sólo conozco un cuadro de Jorge Manuel Theotocopouli, La familia de El Greco, que está en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, ese museo de salas casi desiertas en la calle de Alcalá. Es un cuadro que me resulta simpático, aparece recreado en El laberinto de Manuel Mújica Laínez, y el único elemento que alude al espacio es el taburete donde está el gato. Los griegos son gatunos, aunque no tanto como los romanos, si no, comparen los gatos que viven en la Acrópolis con los que viven en los Foros Imperiales. Me estoy desviando del tema. No creo que El Greco, si su hijo no hubiera tenido unas dotes adecuadas, lo hubiera dejado participar en las obras del taller. El taller de un pintor era un negocio y no podía vender obras de mala calidad. La organización y el trabajo de los pintores del siglo XVI y XVII distaba mucho con la idea del genio incomprendido y maldito que crea el movimiento romántico, y que se prolonga a fines del siglo XIX con figuras como Vincent van Gogh. En un país donde se hacen estudios del artista de tercera fila que pintó un retablo en un pueblo perdido, no se han preocupado demasiado de un pintor, hijo de uno de los genios de la pintura del siglo XVI, que fue formado por su propio padre. No solo los mitos, los tópicos tienen la piel muy dura y creo que se les hace demasiado caso.
Hay más confusión y puntos oscuros en la historia que cuenta el artículo. Si el lienzo estuvo coronando el retablo se trata de una anomalía iconográfica, pues no hay más que ver los retablos renacentistas y barrocos para darse cuenta que los temas que los coronaban son otros: Crucifixión o Calvario, Trinidad, o Asunción y Coronación de María. Aunque pudiera ser que se tratara de un retablo con un único lienzo grande al estilo veneciano. María Magdalena puede ser la titular de la iglesia, pero no puede ser equiparada a la Virgen María. Cuando se pinta el cuadro las directrices del Concilio de Trento sobre las imágenes llevan varios años aplicándose. Creo que buena parte de la confusión viene del sensacionalismo del artículo, de la iglesia que oculta un “secreto indecoroso” y de los dos títulos que se le dan al cuadro.
“Tránsito de María Magdalena” y “Asunción de la Magdalena”. Tránsito es un episodio de la vida de la Virgen María. Un episodio confuso que está en los Evangelios Apócrifos y en la Leyenda Dorada ¿Muere la Virgen María o sólo duerme? El arte bizantino representa la dormición, la “koimesis”. ¿Muere y resucita inmediatamente? Todas estas acciones representadas en el arte desde el siglo VI son parte del Tránsito. Nada de esto ocurre con María Magdalena. Asunción es la subida a los cielos de la Virgen María llevada por los ángeles. La Magdalena del cuadro de Jorge Manuel Theotocopouli también es llevada por los ángeles, pero eso no es una “Asunción” el autor del artículo o sus fuentes han confundido dos representaciones iconográficas muy diferentes aunque en el tiempo una siga a la otra.
¿Qué pasa entonces con María Magdalena? ¿Qué es lo que vemos en el cuadro de Jorge Manuel Theotocopouli? El lienzo tiene formato vertical y el artículo dice que la figura es a tamaño natural, con lo que aunque no se den las medidas, estamos ante un cuadro muy grande, que debe rondar o superar los dos metros de alto. Lo que hay en él son dos planos diferentes: el que podríamos llamar el plano “terrestre” es un paisaje de tonos marrones, cárdenos, ocres. Apenas el verde de dos árboles y del fondo. Los arboles separados unos de otros podrán ser encinas y el paisaje basarse en un lugar real, una dehesa toledana o extremeña. Si resulta que el ocre de los árboles no es la degradación de los pigmentos del verde como podría ocurrir dada la inestabilidad de los verdes, las encinas hasta podrían tener la seca que las ataca. Pero de todos modos ese paisaje es todo menos idílico. Sugiere soledad, aridez, sed. El otro plano es el “celeste” y ahí sobre el paisaje tenemos a los personajes. Destaca la figura de la mujer desnuda, de canon muy alargado y cabeza pequeña. La cara está flaca y demacrada, la cabellera es larguísima de color castaño-rojizo. Esas figuras alargadas las asociamos a El Greco, pero son propias del Manierismo italiano. El canon alargado era símbolo de belleza y El Greco detestaba las figuras rechonchas y enanas. El cuadro pintado en su taller sigue la línea de otras obras del final de su vida en que las figuras se alargan mucho e incluso se deforman. La figura femenina es alzada por tres ángeles adultos aunque juveniles, todos en complicado escorzo. Alrededor revolotean cuatro ángeles infantiles desnudos. Tampoco en esta parte el color tiene especial belleza. El cielo se abre donde está la figura de Magdalena en unos azules oscuros, y velos blanquecinos que sugieren la tormenta. Las túnicas de los ángeles, en rosa, azul y verde tampoco tienen el color estridente de las obras de El Greco. Es posible que Jorge Manuel Theotocopouli use unos colores más apagados que su padre, y hay que recordar que el azul era un color cuyos pigmentos eran muy caros, pero también los colores pueden haberse degradado con los cuatro siglos que han pasado. Sea lo que sea mejor no tocallos.
La Asunción pues es un tema iconográfico exclusivo de la Virgen María, entonces ¿Cómo María Magdalena es llevada al cielo por los ángeles? ¿Qué es lo que pasa para que se la represente así? María Magdalena es un personaje que aparece en los Evangelios, mencionada dieciocho veces. Es el personaje femenino más visible, pero es un personaje confuso puesto que podría ser tres: María Magdalena propiamente dicha citada por Lucas (Lc 8,2), “de la que salieron siete demonios”, María de Betania la hermana de Lázaro, y la pecadora, también citada por Lucas (Lc 7,36-50), que unge con perfumes los pies de Cristo. También está presente en la Crucifixión y el Entierro, y es la primera aparición de Cristo tras la Resurrección, el famoso episodio de noli me tangere. En la tradición occidental acabaron confundidas, en la oriental ortodoxa no. Todo lo que se narra de su vida después de la Resurrección y la Ascensión forma parte de los apócrifos y de leyendas, es decir, los textos destinados a ser leído durante los oficios, posteriores que acabaron recopiladas en la Leyenda Dorada. Además a su historia y su iconografía se añadió más confusión al asimilar episodios de la vida de una santa eremítica de los siglos III o IV, Santa María Egipcíaca. Pero María Magdalena fue una santa muy popular en la Edad Media. Tenía un importantísimo centro de peregrinación en Vézelay, en Borgoña, donde se decía que estaban sus restos (y por lo tanto no hay “asunción” que valga si está muerta y enterrada) Cuando los jesuitas pusieron en cuarentena, al investigar decenas de vidas de santos que resultaron personajes míticos sin ninguna existencia, con María Magdalena no se pudo hacer nada. Por más que fuese una santa incómoda, ni virgen, ni esposa, ni madre, con una historia confusa, la tradición estaba tan asentada que la teología no pudo con ella. Desde la época medieval se convirtió en el símbolo más claro de la penitencia, algo que vino muy bien en la Contrarreforma.
Como he dicho los episodios posteriores a la Ascensión son fruto de la leyenda. En el mundo oriental María Magdalena muere en Éfeso, pero en la cristiandad católica occidental la leyenda cambia. María Magdalena, con Marta y Lázaro, arriban a las costas de Provenza en una barca sin remos ni velas. Allí convierten a la fe cristiana a multitud de gentes y María realiza varios milagros. Magdalena se retira a la cueva de la Sainte-Baume (el Santo Bálsamo nombre curioso y adecuado a Magdalena que suele ser representada con el vaso de ungüento perfumado), donde vive en retiro durante treinta años, y aquí entra el más fuerte anacronismo de los redactores de la leyenda medieval y de Jacopo da Varagine en la Leyenda Dorada. En su retiro, Magdalena es llevada a los cielos por los ángeles en cada una de las horas canónicas, para que escuche los coros celestiales. Lo que nos está diciendo el cuadro de Jorge Manuel Theotocopouli es la subida de Magdalena a los cielos en alguna de las horas canónicas, comenzado por Maitines y acabando por Completas. Y digo lo del anacronismo por lo que significa hablar de un personaje del siglo I d.C. que reza las horas que no se codificarían hasta el siglo VI con la Regla de San Benito. También a Magdalena la llevan los ángeles a Aix-en-Provence para que reciba su última comunión de manos del obispo Maximino. Muere y es enterrada. Otra serie de leyendas llevan sus restos de Aix a Vézelay.
¿Es llevada Magdalena desnuda a los cielos? Pues la leyenda no dice nada de esto. María Magdalena suele ser representada como una hermosa mujer de larga cabellera, los cabellos que secaron los pies de Cristo, y con el frasco de perfumes y cuando es penitente con la calavera. Hay Magdalenas desde el Renacimiento al Barroco, desnudas, semidesnudas y vestidas. Pero dije que la iconografía de Magdalena se contaminó con la de Santa María Egipcíaca. Esta santa eremítica sí que es representada desnuda, pues cuando comenzó a hacer penitencia los vestidos que llevaba se convirtieron en harapos hasta que desaparecieron, cubierta por su cabellera, demacrada, renegrida e incluso anciana. La Magdalena Penitente de Donatello está más cerca de la iconografía de María Egipcíaca que de María Magdalena.
La “Asunción de la Magdalena” de Jorge Manuel Theotocopouli representa a María Magdalena en su subida a los cielo en una de las horas canónicas, no para quedarse definitivamente allí como la Virgen María, pues es una pecadora que tiene que esperar la resurrección y el juicio final como todos los mortales, pero su desnudez total excepto con la cabellera y el aspecto demacrado está tomado de la iconografía de María Egipcíaca. Por ejemplo, esta otra “Asunción de la Magdalena” de José de Ribera, pintada treinta años después de la de Jorge Manuel Theotocopouli, vemos a una Magdalena más joven y hermosa llevada también por los ángeles, que sostienen además, para que no haya ninguna duda, el frasco de ungüento perfumado, la calavera y las disciplinas. Magdalena aparece vestida con una piel que descubre su hombro y codo, y con un manto rojo, que alude a su pasado pecador de prostituta. En esta Magdalena no hay confusión iconográfica, pero de nuevo, el título de “Asunción de la Magdalena” sí que lleva a confusión.
Para terminar este tremendo rollo de desfacer entuertos iconográficos vuelvo al artículo de prensa que lo ha generado y al final. Dice “que tampoco hoy es mostrado en la parroquia en el eje principal. Está retirada, detrás del altar mayor. Demasiado desnuda para 2014”. Pues de nuevo no estoy de acuerdo. Para 2014 nada es demasiado, ni demasiado desnudo, ni demasiado violento, ni nada de eso. El problema creo que es otro. Hoy ya no se comprenden las historias que narran los cuadros. Probablemente buena parte de los fieles que acudan a la parroquia de Titulcia o cualquier otra de manera habitual sepan lo que cuentan la mayoría de los cuadros o de los retablos. La función que tuvieron las imágenes religiosas como libro de los indoctos ya no la tienen porque todos son indoctos y no les importa, no hay más que aplicar un rato la oreja en una visita al Museo del Prado, por ejemplo. Y tampoco se comprende la función o el significado de un desnudo. Un cuadro como el de Jorge Manuel Theotocopouli puede causar hoy estupor, risa, o escándalo, porque aunque parezca mentira, hoy se puede ser más mojigato que a principios del siglo XVII (asunto este el de la mojigatería que si puedo trataré más adelante). Mejor que esté tras el altar y se cobre una módica entrada para verlo, que no todo en este mundo ha de ser gratis.
Giovanni Pierluigi da Palestrina – Canticum Canticorum Salomonis (1584)
Pulchra es, amica mea, / Hermosa eres, amiga mía,
suavis et decora sicut Hierusalem / como el contento y deleite, como Jerusalén,
terribilis ut castrorum acies ordinata. / espantable como ejército, con banderas tendidas.
Averte oculos tuos a me, / vuelve los ojos tuyos,
quia ipsi me avolare fecerunt. / que me hacen fuerza.
Traducción: Fray Luis de León (1580)