Dedans l’Enfer

Habría bastado simplemente mirar el título que se desliza por la pantalla del iPod, porque sigo con este reproductor ahora anticuado, de gran capacidad y ligereza, y sobre todo autonomía. Habría bastado hacerlo en los últimos meses en que voy escuchando algunas de las canciones del álbum mientras camino hacia el trabajo o del trabajo a casa, pues una de ellas está en unos de esos borradores que no acaban de convertirse en entradas por la falta de tiempo. No era esa la canción que hace dos semanas, un lunes que comenzaba una semana terrible, escuchaba en la mañana. Habría bastado mirar el título, que he debido leer varias veces en el Cd y en la pantalla. Me gustaba su dolorosa melancolía, su estribillo repetido, pero no era la que más escuchaba, pues está tras las obras de bandoneón, escuchaba las otras, las que me daban pie para escribir, las que al oírlas pensaba tal o cual frase o enlace para el borrador dormido.

Esa mañana tenía unos minutos más, y pude tomarle el lujo de caminar más despacio atendiendo a lo que oía, no sólo palabras sueltas, no sólo la melodía triste; entonces me di cuenta que no comenzaba hablando de cabellos negros, mala concordancia la que hacía pues los cabellos nunca serían “noires”, sino de caballos que iban a beber. Me fijé más en lo que decía a la letra, pues tardaría horas en poder leer el texto en el libreto, dos frases quedaron toda esa mañana: “a tu bienamada la van a enterrar” y “os espero en el infierno”.

¿Qué pudo ocurrir para esa repentina desaparición de la amada? ¿Por qué espera en el infierno? La respuesta a la segunda pregunta es que se trata de un amor culpable, castigado por la sociedad en la que vive, y es más que probable que quien se encargara de enviarla al infierno fuera un marido, un padre, una familia ofendida o toda la población investida de sacrosanta pureza asesina, como en el terrible fin de la viuda cretense en Zorba, episodio espeluznante en la novela. Podía estar casada y ser adúltera, o soltera y su amado casado, o pertenecer a familias enfrentadas o a estamentos sociales distintos. Privilegio de la poesía y de las canciones es callar y dejar en el misterio.

Entonces no lo sabía, y tampoco he indagado demasiado, pero esta canción anónima procede de Normandía o Bretaña en el siglo XVIII. Cuando supe el origen geográfico y la época me pregunté, si él, francés del sur, la conocía, si incluso la habría cantado o tatareado de niño, si la recordaba al pintar el cuadro. Porque la amada que espera en el infierno me llevó a la imagen de una famosa amada real, no literaria, aunque lleva siete siglos siendo literatura, que está en el infierno, aunque no sola. Traté en otra ocasión el tema, también como resultado de una exposición de otro artista con el que coincidió unos años en el tiempo, aunque no pudieran ser más diferentes. Y también la escena es distinta.

No era el cuadro más famoso de la exposición, ni tampoco su tamaño llama la atención. Cuántas veces por más que se miran las medidas luego sorprende el tamaño. Esta vez no, esta vez ya sabía y tenía asumido que era un cuadro pequeño, compré antes el catálogo para no ir cargada de un lado a otro durante horas por Madrid con un libro pesado. Pero sobre todo lo hice para disfrutar más de la pintura, para la contemplación tranquila y no andar cruzando datos. Había cuadros muchos más famosos, obras estrella en la colección, sin embargo, éste, si voy atrás en la memoria es posible que fuera el primero que viera suyo, en un libro que ni siquiera era de arte, hace mucho tiempo. De Jean Auguste Dominique Ingres se han dicho muchas cosas, y al final ha quedado en muchos libros como un pintor retrógrado. Si se mira con la distancia sabihonda que ha creado la vanguardia, este cuadro hasta puede resultar cursi, pero es mucho más depurado que el que trató el tema antes, y tendrá el mismo tema un largo recorrido en el siglo XIX. Es curioso como la exposición marcaba la relación de Ingres con la vanguardia y no con otros movimientos o artistas, porque pinturas como esta están en lo que serán algunas de los prerrafaelitas, a veces tan torpes e incluso repelentes. Pero Ingres no mira a Botticelli por más que su Fuente me la encontrara en Berlín en la exposición El Renacimiento de Botticelli, Ingres mira a Rafael y a Nicolás Poussin. Los prerrafaelistas podían abominar de esa pintura que había perdido su “pureza”, pero más de uno debió conocer esta obra de Ingres.

La habitación oscura, opresiva, claustrofóbica, de la que incluso se ve el artesonado del techo. Los curiosos paneles cuadrados de las paredes, el tapiz rígido y pesado que esconde la puerta, todo queda condesando en poquísimos elementos. Incluso las figuras de Francesca y Paolo son un triángulo en ese espacio rectangular. Condensación de figuras, de color. El rojo del vestido de Francesca, el azul de la hopalanda de Paolo. De líneas, el brazo que ha dejado caer libro paralelo a la espada de Paolo. Gianciotto Malatesta es el contrapunto oscuro, desequilibrado. Se ha llegado a decir que esta pintura y esta habitación no desmerecen de la Bauhaus, es posible, dado que la Bauhaus también creó más de un interior de pesadilla.

Economía de líneas, color, elementos y condensación del tiempo. Explica Francesca, en su torbellino infernal, lo que ocurrió aquella tarde en que ella y Paolo leían el libro sobre los amores de Lanzarote y Ginebra.

Quando leggemmo il disïato riso / Cuando leímos que la deseada risa
esser basciato da cotanto amante, / besada fue por tal amante,
questi, che mai da me non fia diviso, / éste que nunca de mí será apartado,
la bocca mi basciò tutto tremante. / temblando entero me besó en la boca:
Galeotto fu ’l libro e chi lo scrisse: / el libro fue y su autor, para nos Galeoto,
quel giorno più non vi leggemmo avante”. / y desde entonces no más ya no leímos.

No fue aquella tarde en que Paolo besó a Francesca cuando Gianciotto, su marido y hermano de Paolo, los mató a puñaladas. Debieron haber otras tardes, otras ocasiones, en las que no leyeron y en la última de ellas acabaron en el infierno para estar eternamente juntos. Pero los diferentes pintores, cuando han puesto a Gianciotto Malatesta en la obra, lo han hecho aquella primera tarde de la lectura interrumpida.

Pensaba en este cuadro esa mañana de lunes, entre una cosa y otra, mientras recordaba la letra de la canción. Todavía el cuadro estaba en Madrid. Hoy es casi seguro que el cuadro estará ya colocado en su lugar del Museo de Bellas Artes de Angers, y no creo que allí nos encontremos nunca, probablemente esta versión no la veré nunca más. Ingres, como era habitual, hizo varias versiones de esta obra a lo largo del tiempo. Copió el texto de Dante en francés en un dibujo preparatorio, pero me gusta imaginar algo que pudo suceder, aunque no sucediera nunca, que mientras dibujaba y preparaba la composición, mientras realizó alguna de las versiones de Paolo y Francesca recordaba, tarareaba esta canción donde la amada espera a su amado en el infierno.

La canción…

Anónimo S-XVIII, Normandía o Bretaña – Quand je menai les chevaux boire

Quand je menai les chevaux boire / Cuando llevé a beber a los caballos
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette / Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Quand je menai les chevaux boire / Cuando llevé a beber a los caballos
J’entendis le coucou chanter  / Oí cantar al cuclillo.

Il me disait dans son langage / Me decía en su lengua
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Il me disait dans son langage / Me decía en su lengua
«Ta bien aimée vont l’enterrer»  / «A tu bienamada la van a enterrar«.

Ah! Que dis-tu méchante bête? / Ah ¿Qué dices bestia mentirosa?
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Ah! Que dis-tu méchante bête? / Ah ¿Qué dices bestia mentirosa?
J’étais près d’elle hier au soir  / Estuve junto a ella ayer por la tarde.

Mais quand je fus dedans la lande / Pero cuando estaba en el páramo
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Mais quand je fus dedans la lande / Pero cuando estaba en el páramo
J’entendis les cloches sonner  / Oí sonar las campanas.

Mais quand je fus dedans l’église / Pero cuanto estuve en la iglesia
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Mais quand je fus dedans l’église / Pero cuanto estuve en la iglesia
J’entendis les prêtres chanter  / Oí a los sacerdotes cantar.

Donnai du pied dedans la châsse / Entré en el cementerio
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Donnai du pied dedans la châsse / Entré en el cementerio
Réveillez-vous, si vous dormez  / Despertad si estáis dormida.

Non, je ne dors ni ne sommeille / No, yo no duerno, ni sueño
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Non, je ne dors ni ne sommeille / No, yo no duerno, ni sueño
Je vous attends dedans l’enfer  / Yo os espero en el infierno.

Vois ma bouche est pleine de terre / Mira mi boca llena de tierra
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Vois ma bouche est pleine de terre / Mira mi boca llena de tierra
Et la tienne est pleine d’amour / y la tuya llena de amor.

Auprès de moi reste une place / Junto a mí queda un sitio
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Auprès de moi reste une place / Junto a mí queda un sitio
Et c’est pour toi qu’on l’a gardée /  Y para ti lo he guardado

Quand je menai les chevaux boire / Cuando llevé a beber a los caballos
Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh ma Nanette /  Ilaire ilaire itou ilaire Ilaire oh mi Nanette
Quand je menai les chevaux boire / Cuando llevé a beber a los caballos
J’entendis le coucou chanter. / Oí cantar al cuclillo.

Traducción propia con algunas licencias.

 

…y el cuadro

Paolo y Francesca

Jean Auguste Dominique Ingres, Paolo y Francesca 1819, Angers, Musée des Beaux-Arts

 

Rumaa funktionalismia

Catedral Luterana de Helsinki. Hace unos días

Catedral Luterana de Helsinki. Hace unos días

Kalendae Augustae: Festum Spei et Martis

No, no considero fea a la catedral de Helsinki. Y creo que es perfecta para la función que tiene, como un estadio de fútbol o un aeropuerto son perfectos para la suya. Es además uno de los edificios neoclásicos más hermosos y elegantes que conozco, y verla hace tan pocos días en la claridad prolongada del verano nórdico, recortarse su silueta desde el mar, ha añadido otros puntos de vista y luz a los que ya conocía bajo la nieve y el cielo gris del invierno. Y no es un edificio grande aunque lo parece: planta central con cúpula, cuatro pórticos palladianos corintios, un espacio bastante recogido en el interior. Son las proporciones clásicas las que hacen la armonía, lo pequeño parece más grande, lo grande como el Pantheon o la Basílica de San Pedro en Roma, no abruma ni aplasta. La edad vitruviana de la arquitectura tuvo un último renacimiento donde nunca imaginaron los arquitectos romanos ni los del Renacimiento: en el mundo nórdico.

Entonces ¿por qué el título de “fealdad funcionalista»? Hace menos de una semana que regresé de Helsinki, ahora, en los larguísimos días del verano finlandés, he estado muchas horas en sus calles y barrios y pasando varias veces por los mismos sitios, lo visto en otros viajes tomaba otros matices que la oscuridad del invierno y el frío que hace que intentes ponerte a cubierto no dejaron. Este es un escrito sobre opiniones personales y sensaciones de hace poco tiempo, paseando por una ciudad hermosa que podría serlo mucho más si no se hubiesen cometido ciertas modernizaciones arquitectónicas en ella.

Helsinki es una ciudad muy extensa. Los barrios residenciales se prolongan durante kilómetros entre fragmentos de bosque convertidos en parques. También entre islas y penínsulas. Estos barrios son casi todos de arquitectura moderna más o menos afortunada. Pero el centro de Helsinki es relativamente pequeño, pues la ciudad apenas tenía cinco mil habitantes cuando la Rusia de los Zares la convirtió en la capital del Gran Ducado de Finlandia en 1812, arrebatando la capitalidad a Turku. Turku era la capital de la Finlandia sueca, la ciudad más antigua, con su catedral gótica y su universidad que fue trasladada a Helsinki, cosa que creo no debió hacer ninguna gracia a los habitantes de Turku. Helsinki comenzó a crecer y se transformó en un ejemplo de ciudad burguesa del siglo XIX: bulevares como el Paseo Esplanadi, edificios de aire clásico, el Museo de Bellas Artes Ateneum (en obras en este viaje como buena parte de los edificios históricos) el Teatro Nacional, y el gran centro neoclásico de la Plaza del Senado con la Catedral, la sede del gobierno, entonces ruso y la Universidad y la Biblioteca Nacional. Esta parte de Helsinki aparece en la película Gorky Park de 1983 (En el Parque Gorky en España) ambientada en la que todavía se llamaba Leningrado. Aunque San Peterburgo, con toda la belleza que tenga, me da la impresión de que es una ciudad pretenciosa, algo que no ocurre con Helsinki.

La ciudad burguesa decimonónica llegó a ser una ciudad muy bella en buena parte de Europa, utilizando todavía el estilo clásico en arquitectura, los estilos neo de imitación, y ahí ya encontramos algunas muestras de mal gusto, acabando con ese batiburrillo arquitectónico bastante pretencioso que fue la arquitectura ecléctica. Por suerte en Helsinki los edificios de imitación apenas existen y el eclecticismo es sobrio. Pero el siglo XIX fue llegando a su fin y apareció un estilo original de corta vida que fue atacado por todas partes, tanto por los partidarios del pasado como por la inminente vanguardia: Art Nouveau, Modernismo, Liberty, Jugendstil… En Helsinki hay muchos edificios modernistas, pero el modernismo finlandés que se llama Jugend, está bastante lejos de la curva floreal franco-belga-mediterránea. Este modernismo está en línea recta con Viena y su arquitecto más representativo es Eliel Saarinen.

La obra más conocida de Eliel Saarinen es la Estación Central de Ferrocarril de Helsinki (otro edificio en restauración) en pleno centro de Helsinki, donde está el Teatro Nacional y el Museo Ateneum y cercana a la Plaza del Senado. Es indudable que esa zona de Helsinki no debía ser muy diferente de estos edificios. Desconozco la razón por la que se derribaron, si fueron dañados por la guerra o que hubo unos ayuntamientos que decidieron que el centro tendría que “modernizarse”. El hecho visible es que la zona de la estación y buena parte del centro de Helsinki y algunas avenidas no tienen edificios decimonónicos ni del estilo Jugend, o estos edificios que quedan están al lado de edificios de hormigón y vidrio, mucho vidrio. Mucha ventana alargada a lo Le Corbusier y mucha cubierta plana en un país en que nieva bastante, aunque el cambio climático se note y nieve menos en los últimos años.

El modernismo, que podemos decir que fue el primer estilo totalmente original en el arte occidental desde el barroco, tuvo corta vida. Llegó la vanguardia arquitectónica, el Movimiento Moderno y llegaron sus gurús. Muchos arquitectos se limitaron a llevar a cabo sus proyectos y hacer sus edificios, pero hubo otros arquitectos lenguaraces que no se limitaron a edificar sino que pontificaron como tenía que ser en adelante la arquitectura. Obras como Ornamento y delito de Adolf Loos, anterior al movimiento moderno, los escritos teóricos de Le Corbusier, la dictadura del estilo Bauhaus. Con el tiempo se han visto las consecuencias. El movimiento moderno en arquitectura, sobre todo su vertiente racionalista-funcionalista, ha llenado el mundo de edificios feos y esquizofrénicos. Cuando se miran los edificios que están frente a la estación de Saarinen, deslumbra en la luz del verano tanto vidrio. Pero además el vidrio está sucio, porque la superficie de vidrio para que luzca bien necesita de un mantenimiento constante. El hormigón muchas veces visible, al estilo brutalista es horrible. Y sobre todo, lo que se ve, es que esos edificios que debieron construirse en los años 60 y 70 del siglo XX, han envejecido muy mal, tienen algo de ruina de pesadilla, aunque no están ruinosos ni mucho menos, sino en uso. En la Avenida Eteläranta los edificios a lo Le Corbusier, Jugend y clásicos decimonónicos se alternan en una cacofonía arquitectónica. Con los años se ha visto que tanto vidrio es contraproducente e inútil. Veamos la luz en Finlandia que yo he conocido. En enero amanece hacia las 9:30 a.m. y hacia las 16:00 ya anochece. Por mucho vidrio que pongas hay que encender la luz eléctrica, en la oscuridad no se ve. En julio hacia las 3:30 a.m. está amaneciendo y la luz se prolonga más allá de las 22:00. A las 4:30 es tan fuerte ya, si el día es soleado como he tenido la suerte de ver, que hay que proteger los interiores de una luz tan potente. Esos mismos edificios los tenemos en la zona mediterránea, entonces la protección ha de ser constante todo el año, quien tiene libros o cuadros lo sabe, aparte de que las superficies de vidrio tan amplias crean un calor desagradable que hay que aliviar con medios artificiales.

El racionalismo-funcionalismo del Movimiento Moderno tuvo mucho de totalitario: la misma arquitectura para todos los lugares del mundo, independientemente de la latitud, el clima, la tradición arquitectónica. Y nada de decoración ni ornamento. Pienso muchas veces que un arquitecto como Le Corbusier tenía una mezcla de predicador calvinista con su austeridad pelada y de Savonarola, que si hubiera podido habría arrasado con la ciudad histórica, especialmente con la ciudad burguesa del siglo XIX. Quizá la evolución de la arquitectura no estaba en imitar ni mezclar los estilos del pasado, pero lo que vino con el racionalismo-funcionalista tampoco. Se pierde la experiencia estética del ritmo ordenado de las partes del edificio, se pierde el gusto por el detalle ornamental que no es superfluo ni delito, pues es una necesidad humana. El racionalismo-funcionalista uniforma, despersonaliza, todo lo convierte en lo mismo, que es el ideal de todo totalitarismo, ya sea político, religioso o estético.

Sin embargo, ni en las fotografías que he puesto en la galería de la entrada, ni en el escrito, he hablado de un edificio que está cerca también de la estación y que como ella estaba en restauración: el Finladiatalo de Alvar Aalto. Sé que entre quienes me van a leer hay quien detesta a Alvar Aalto, pero a este arquitecto le dedicaré una entrada en otra ocasión, no ahora en agosto en que el blog se va a quedar mudo en muy pocos días.

Helsinki en mis fotos

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Supongo que está música también puede ser considerada fuera de su tiempo.

Aarre Merikanto (1893 — 1958) – Six Piano Pieces Op. 20

Mas fotos de Helsinki aquí (todavía faltan ir subiendo de este último viaje).

La casa de la vida

salon

A un tiro largo de piedra de Piazza Navona, vecina a esa maravilla desconocida, ignorada por las hordas de turistas, donde en el Trono Ludovisi, Afrodita nace de la espuma o donde Perséfone renace en la primavera en una solitaria sala del Palazzo Altemps, está una de las casas – museo más fascinantes de Roma. La casa – museo  de Mario Praz, que vivió en ella desde 1969 hasta su muerte en 1982.

En Via Zanardelli, 1, Palazzo Primoli, en cuyos bajos está el Museo Napoleónico, hay una gran puerta de hierro y se entra en un vestíbulo en penumbra donde tras un viejo escritorio, una señora anciana, cada vez más pequeña, con una voz cada vez más tenue, me comunica que espere un poco, hasta que sea la hora de visita o que venga algún visitante más. Nos podemos sentar en algunos de los asientos, un viejo sofá, unos pequeños sillones de terciopelo con el asiento desfondado, y vemos que el vestíbulo da al piano nobile del edificio, donde por una puerta podemos ver una gran biblioteca, la que fue la auténtica biblioteca de Mario Praz.

Con su vocecita cuenta que ella fue alumna de Praz y pregunta si lo conozco, si lo conocemos, si hay alguien más. No creo que la casa tenga gran cantidad de visitantes,  la he visitado tres veces en poco tiempo, unos tres años…, la señora no se acuerda desde luego de esa española que con su terrible acento le dice que ha leído La Casa della Vita, La filosofia dell’arrendeamento, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, libro que fue para mí, durante años, una de mis bibliografías fantasma…

Pasa un tiempo no muy largo y llama por teléfono, subo por un ascensor adosado al muro de un patio de luces. En el tercer piso alguien abre una puerta y entro en un vestíbulo, sus paredes cubiertas de cuadros de suelo a techo, un techo de más de tres metros…, aquí es donde están las únicas obras modernas de la casa, como una pequeña esfinge de Leonor Fini en marco dorado…, y uno de los retratos de Mario Praz en la cincuentena.

El piso, enorme casi 300 m2, carece prácticamente de pasillos, y pasa de una habitación a otra cruzándolas, incluyendo los dormitorios. En un horror vacui ordenado se van viendo las inmensas estanterías Regency ahora casi vacías, la librería blanca del salón con el sofá cuya tapicería bordó el propio Praz y que acarreó un desprecio conyugal, la gran mesa de escritorio, los instrumentos musicales que coleccionaba por belleza, no porque tocara ninguno, las cortinas que mandó hacer y que tanto le costó encontrar la tela y una casa que supiera confeccionarlas. Las dos camas Imperio, lit en bateau, de su dormitorio y el de su hija, que ya no vivió en esa casa, como en esa cuna no durmió ningún bebé desde hace casi doscientos años.

Y los cuadros, todos obras anónimas. Paisajes con figuras neoclásicos, retratos de desconocidos casi todos, es una excepción Ugo Foscolo, tras el escritorio, y sobre todo ese género de pintura que desapareció con la llegada de la fotografía, que Praz llamó conversation piece, y al que dedica páginas tanto en  La Casa de la Vida, como en sus artículos sobre el arte de la época.

A pesar de la acumulación de objetos, lo extravagante y curioso de algunos, como la colección de mármoles rusos, los abanicos, los relieves en cera o los collages con los retratos papales, la casa es un conjunto armónico. Praz no vivió siempre en el tercer piso del Palazzo Primoli en Via Zanardelli. A su llegada a Roma en 1934, cuando se hizo cargo de la cátedra en La Sapienza, Mario Praz y su esposa inglesa alquilaron un inmenso apartamento de más de 500 m2 en el Palazzo Ricci, en Via Giulia, allí vivió Praz hasta 1968 en que la venta del palacio le obligó a trasladarse con sus muebles al “pequeño” apartamento de Via Zanardelli.

A los dieciséis años Praz se convierte en coleccionista, cuando su padrastro, con el que no se llevaba bien, le regala una cómoda estilo imperio de caoba. Deseando armonizar el resto de los muebles del dormitorio comienza comprar muebles y objetos estilo imperio y del posterior estilo biedermaier, ambos dentro de la corriente del estilo neoclásico.

En 1960 Praz publicó un libro fascinante, La Casa della Vita, unas memorias atípicas que parten de cada habitación de la casa de Via Giulia, y en que cada objeto tiene su historia, no sólo la historia del mueble, el cuadro, la escultura o la porcelana, sino lo que ese objeto evoca en la vida de Mario Praz, que por medio de los objetos nos cuenta su vida y la de su familia, su infancia y adolescencia en Florencia, los años de juventud en Inglaterra, la vida en Roma durante la Segunda Guerra Mundial, sus trabajos y sus amores, el fracaso de su matrimonio. Todo en un ir y venir de objetos, de muebles, de libros…, el hombre pasa, pero el mueble permanece.

Recorriendo las habitaciones del piso de Via Zanardelli, llama la atención los pocos armarios para guardar ropa que hay en oposición a otros muebles. Algo que siempre me han dicho las tres veces que he visitado la casa es que Praz salía muy poco de casa. En su época activa como profesor de universidad, todavía en Via Giulia, salía para trabajar y para los viajes. Ya jubilado, en Via Zanardelli, apenas salía. Un matrimonio fallido, una hija que no vivió con él, y una fama de portador de desgracias, Praz se convirtió en el Profesor, il innominabile, el innombrable, el gafe…, todo esto creó una terrible soledad. En esa situación Praz, como tantos solitarios, se refugió en la disciplina férrea del trabajo, rodeado de la vida callada de las cosas y su mudo acompañamiento. Un habitante del ocaso, dedicado a su trabajo, sus densos libros en que agotaba el tema objeto de investigación, escribiendo miles de artículos sobre arte y sobre literatura, él que fue uno de los mayores estudiosos de la cultura europea, tendiendo puentes entre las diferentes disciplinas, un buscador de intercambios entre las artes, y que dio importancia a un estilo despreciado como el neoclásico.

Avanzamos por la casa hasta llegar a otra puerta diferente de por donde entramos, allí al final en un vestíbulo más frío que el del inicio, en las pareces atestadas de cuadros otro de retrato de Mario Praz, ya viejo, coronado de laurel, con la frase: et in Arcadia ego.

La Casa Museo Mario Praz, se encuentra en Via Zanardelli 1 – 00186 Roma. La entrada es gratuita, pero hay que esperar a las horas determinadas de visita.

Para saber más sobre la casa recomiendo leer:

La Casa de la Vida, Random House Mondadori. 2004, colección Debolsillo, nº 94.

Gusto neoclásico. «Un interior», páginas 237 – 250. Gustavo Gili. Arte, 1982.

Luchino Visconti en 1974 dirigió una película Gruppo di famiglia in un interno, titulada en España Confidencias y en otros países Conversation piece, en que el protagonista, el Profesor, interpretado por Burt Lancaster está inspirado en Mario Praz.