Juditha Triumphans

Sandro Botticelli, El retomo de Judit a Betulia, c. 1472, Galleria degli Uffizi, Florencia

Nonae Octobres: Ludi Divi Augusti et Fortunae Reducis , Iuppiter Fulgur, Iuno Curitis

Caminamos por la gran nave del siglo XII y lo veremos, un capitel entre otros, todo está allí ya representado: la terrible acción en la tienda, la criada con la alforja esperando, el regreso de las dos mujeres, la sorpresa de los defensores en la muralla cuando las ven llegar con la cabeza del general enemigo. Son tan delicadas, tienen una sutil elegancia y se puede ver en sus finos rostros la dulzura que tres siglos más tarde pintará Botticelli. Y la incredulidad viene porque esa historia, esa representación es única o tan escasa en la Edad Media. He visto en San Pedro de Moissac a Salomé, sin cara, destrozada por el vandalismo del siglo XIX, con el cabello suelto danzando mientras la cabeza de San Juan Bautista está sobre la mesa entre dos panecillos, pero Judith, Judith no aparece por ninguna parte. Princesas del remoto siglo X tuvieron ese nombre, pero la Judith bíblica, ese libro no aceptado por todas las comunidades judías ni por los protestantes en el canon, solo parece tener la atención de los exégetas medievales. Si Judith tiene alguna representación estará encerrada en la miniatura de una Biblia…, y entonces, mientras busco los antecedentes de esa historia tan representada durante tres siglos me pregunto por esa extraordinaria iconografía medieval, aislada, que presenta lo que pintará Botticelli, Mantegna, Miguel Ángel, Tinttoreto, Caravaggio, Artemisia Gentileschi… Y la respuesta viene fácilmente: el capitel es un falso capitel medieval, es un capitel del siglo XIX cuando la basílica fue restaurada por Viollet-le-Duc. De ahí que las escenas que representa sean las que en siglos posteriores pintarán y esculpirán los grandes y pequeños del Renacimiento y el Barroco. Pero en el siglo XIX cuando degenera su iconografía, Judith tiene su más hermosa y respetuosa representación.

Judith no parece existir en la Edad Media. Ciertas historias se repitan a lo largo de los siglos. Algunas tienen una gran representación en los primeros siglos del cristianismo y luego desaparecen. Otras vendrán después y la de Judit es una de ellas. A excepción de ejemplos aislados en algún relieve o capitel inencontrable o perdido en algún estudio escondido, Judith no parece existir hasta los inicios del Renacimiento. Es una historia del Antiguo Testamento y no directamente relacionada con la Redención leída more rabínico, su protagonista es una mujer en una situación difícil, ambigua, y cuyo heroísmo no será totalmente apreciado.

El Libro de Judith forma parte del los Libros Sapienciales y fue probablemente escrito en siglo II a.C., tiene grandes errores históricos: Nabucodonosor (c.630 – 562 a.C.)  no fue rey de Asiria sino de Babilonia, y su padre Nabopolasar fue responsable de la destrucción de Nínive (612 a.C.), la capital del terrorífico reino asirio. Pero Nabucodonosor es una figura que sale en otros libros del Antiguo Testamento, especialmente Daniel, como acérrimo enemigo del pueblo judío. El desconocido autor del Libro de Judith cuatro siglos más tarde unió dos de los recuerdos más terribles de su pueblo, los asirios y Nabucodonosor responsable del primer exilio forzado. Y frente a esos poderosos enemigos, el héroe aparentemente indefenso: una mujer, que con su valor y astucia salvará a su pueblo.

Como salvadora de su pueblo y teniendo en cuenta las alabanzas que se le dedican al final del libro, Judith ha sido considerada una prefiguración de la Virgen María. En la Psichomachia, la Batalla por el Alma del Hombre, del poeta Prudencio en el siglo V, Judith es asociada a la figura de la virtud de la Castidad que decapita al vicio de la Lujuria representada por Holofernes. Ese es el esquema que se va repetir en la Edad Media y así parece en algunos manuscritos de Biblias del siglo XII. Pero el tema se va a distanciar de esos valores morales y teológicos en el Renacimiento que es cuando nace la iconografía conocida de Judith.

Pero en el Renacimiento y en el Barroco Judith no va a ser tanto un tema religioso como un tema cívico. Judith es una heroína, es el débil, el humilde, que doblega y vence al fuerte, al enemigo. Judith salva a su ciudad de la destrucción. Es de destacar que al tiempo que la iconografía de Judith se desarrolla, también cambia la iconografía del rey David. El David de la Edad Media suele ser el autor de los Salmos, el rey músico, muchas veces representado como anciano. El David del Renacimiento y del Barroco tendrá dos representaciones principales: el joven que vence a Goliat y esta iconografía es contemporánea de la de Judith, y el rey que seduce o es seducido por el baño de Bethsabé, cuyo desarrollo iconográfico también es paralelo a las ambiguas representaciones de Judith.

La primera importante representación de Judith, no medieval es la de Donatello acabada en 1457. Esta estatua pasó del patio del Palazzo Medici a la Piazza della Signoria tras la expulsión de los Medici en 1494 como un símbolo de la libertad frente a la tiranía. Estuvo en el sitio que luego ocupó el David de Miguel Ángel en 1504. Pero Judith no abandonó la plaza, pues fue puesta bajo la Loggia della Signoria, la Loggia dei Lanzi, donde compartió el espacio años después con su contrarréplica: el Perseo de Benvenuto Cellini. Y es que esta Judith valiente y virtuosa, completamente cubierta por sus ropas y velos, ya suscitó la polémica que la iba a acompañar siempre, hasta que a finales del siglo XIX su iconografía degenerara en las representaciones repulsivas de fantasías misóginas y masoquistas.

Judith como prefiguración de la Virgen María, como salvadora de su pueblo solo podía quedar en la exégesis bíblica. Judith, como María Magdalena, es una figura incómoda. Para empezar no es una tranquilizadora doncella. Es una virtuosa viuda que utilizará la seducción de su belleza como arma de guerra. La viuda es probablemente la única mujer libre y autónoma en las sociedades patriarcales, que son todas. Lo que haga una viuda con su cuerpo no dejará huellas, excepto algún embarazo que tendrá que ocultar. Se insiste en que Judith desde la muerte de su marido Manasés tres años y medio atrás, ayuna, hace penitencia, no sale de su casa ni se engalana excepto el Sabbat. Qué tranquilizador resulta esto. Pero Judith es joven y de gran belleza, y rica. Cuando Judith toma la decisión de salir de Betulia para meterse en la boca del lobo, antes ha recordado la violación de una doncella. Porque la ciudad sería destruida, saqueada, sus habitantes asesinados y convertidos en esclavos, pero a las mujeres de Betulia les esperaba algo más: la violación, que también ha sido usada siempre como arma de guerra. Judith decide utilizar su belleza desperdiciada. Esta mujer se separa demasiado de la Virgen María.

En la historia de Judith, en sus representaciones artísticas siempre planea esta situación y la posible censura de la historia bíblica, que tiene algo de cuento de hadas. Los artistas han insinuado la posibilidad de que Judith tuvo que hacer algo más que observar y esperar cuatro días. Que la noche del cuarto día, cuando se introduce en la tienda con Holofernes tras el banquete ha tenido que hacer algo más que esperar a que cayera rendido por la borrachera. Pero es una viuda, de lo que haya pasado será su palabra siempre la que prevalecerá si triunfa.

En el Renacimiento y el Barroco los artistas, especialmente pintores han representado a Judit con la cabeza de Holofernes. Y el inmediatamente después, cuando las dos mujeres Judith y Abra, huyen con la cabeza. Nos solemos olvidar que aquí hay dos heroínas que se juegan la vida, porque poco habría podido hacer Judith sola. Es cierto que una mujer noble nunca habría salido sola, pero Abra tuvo que ser sabedora desde el principio donde se metía y lo que le podía ocurrir también. Es en el Barroco, aunque ya hay representaciones en el Renacimiento, la de Donatello por ejemplo,  donde se representa el “durante”: cuando Judith corta la cabeza a Holofernes. Y ahí en el “durante” es donde muchas veces está insinuado en las ropas de Judith, que ésta ha hecho algo más que esperar pacientemente.

A pesar de esto, la mayoría de las Judith no insinúan ninguna lujuria. Judith ha hecho lo que tenía que hacer con las armas que tenía y no me estoy refiriendo al alfanje de Holofernes. Quizá las Judith de Lucas Cranach el Viejo tengan algo de lo que vino mucho después, pero puede ser un prejuicio mío. Sus esmirriadas diosas con sombrerito y collar siempre me parecieron tremendamente obscenas y recuerdo el desagrado de su Melancolía que me miraba con sus ojillos malignos en el Museo de Colmar.

Hoy nos puede asombrar que un tema tan violento tuviera tanta representación durante casi tres siglos pero no era tan terrible en los siglos XV al XVII, disminuyendo progresivamente en el XVIII. Las ejecuciones eran públicas, las decapitaciones eran habituales, las cabezas cortadas eran visibles por todos. Con una espada fueron decapitadas Ana Bolena y Beatrice Cenci. Incluso a finales del siglo XIX continuaban las ejecuciones públicas aunque afortunadamente la sensibilidad estaba cambiando. Bernard Berenson presenció una decapitación, probablemente con guillotina, y ha dejado testimonio del trastorno que le produjo.

Judith será la gran heroína, la única de las ocho mujeres fuertes de la Biblia que tendrá una iconografía desarrollada, pero en el siglo XVIII el tema empieza a desaparecer. El período de la Ilustración no gustará ya tanto de estos temas bíblicos y religiosos. Judith volverá a aparecer a finales del siglo XIX, pero ya no será una heroína sino una mantis religiosa. Y ese Holofernes al que hay que reconocerle el mérito de haberse prendado de Judith y no haberla violado de inmediato, torturado para que hablara y hacerla pedacitos para asustar a los habitantes de Betulia como mandaban las buenas costumbres de guerra asirias. Ese Holofernes estúpido que bebe y bebe la noche del banquete en lugar de lograr que beba Judith para tenerla a su merced pero que se introduce en la tienda con ella y que debió hacer un papel pésimo como amante antes de caer rendido. Ese Holofernes enemigo al que hay que abatir en la Biblia y en los cuadros y esculturas que se realizan entre los siglos XV y XVIII, es ahora la víctima inocente de una mujer depredadora.

Quocum Patriae me ducit amore / Donde sea que voy me guía el amor a mi patria
Libertatis dulcissima spes, / y la dulcísima esperanza de la libertad.
Summo ductus a caeli fulgore / Guiada por los más altos fulgores del cielo,
Tuto pergat per classica pes. / he de andar con seguridad entre estos soldados.

Libreto completo en Kareol.

Oratorio – ópera completa, mientras dure en Youtube

8 pensamientos en “Juditha Triumphans

  1. Extraordinario, Hesperetusa, aunque esto aquí no es ninguna novedad. Me has tenido más de media hora absorto, primero con la lectura y los enlaces, luego con las diapositivas, y finalmente con Vivaldi. Y lo que planteas, interesantísimo: censura primero, silencio intermitente después y finalmente descrédito cuando no vilipendio. La violación masiva, como instrumento de guerra, evitada aquí por la seducción y el probable uso de armas que habitan los mismos terrenos, que en este caso resultaron letales.

  2. Fabuloso trabajo, Hesperetusa, para descubrirse. Aparte de serio, interesante y bonito, este artículo-galería deja incluso un lugar para el humor, con maldades como esa de que «la viuda es la única mujer libre y autónoma de las sociedades patriarcales, que son todas», o lo de las esmirriadas diosas con sombrerito de Cranach (habrá que buscarlas, a ver si son tan obscenas). Por cierto, esa Melancolía no haría el ridículo en una película de argumento diabólico, casi más por los niños del fondo que por la mujer. Un saludo.

      • Y no nos perdamos tampoco «Las tres gracias». Yo me figuro que la obscenidad que señalas está en lo que tú dices: desnudas pero con los collares y los sombreritos. Como un hombre desnundo en calcetines, vamos: obsceno y grotesco. Muy agradable no parece Cranach, ciertamente, pero en cambio es todo un humorista… ¿involuntario?

      • Coincido plenamente con tu juicio sobre Cranach. Por cierto, yo había contemplado su Melancolía en la National Gallery de Edimburgo, me ha sorprendido comprobar que existe otra versión/copia en Colmar. Por lo demás un artículo excelente. Un saludo!

  3. Aquí está de nuevo la entrada tras unos cambios en la presentación de diapositivas. No, no la habían secuestrado las diosas de Lucas Cranach ni el fantasma de Holofernes, del que también he dicho algunas maldades. 😀

    • Creí que el fantasma de algún pintor, sintiéndose molesto, había saboteado la entrada. Anda, que pones fino a Holofernes: mira que emborracharse en lugar de estar a lo que había que estar… 😀 😀 😀

  4. Desde luego, a la historia de la inteligencia o a la de las artes de seducción no pasará. Ya de pequeño, cuando leíamos la historia sagrada, me llamaba la atención la estupidez de brocha gorda de este personaje, que sin duda se debe al bando del que cuenta este episodio.

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