Stride la vampa

Ante diem octavum Kalendas Iulias: Dies Fortis Fortunae

En este escrito voy a ser malvada, lo advierto para quien se sienta en desacuerdo que no siga leyendo.

Ayer, no, anteayer, estuve en esa escultura arquitectónica que es uno de los edificios con funciones de teatro y auditorio peor diseñados que existen, y uno de los teatros de ópera más caros del mundo. Se representaba de una ópera de Giuseppe Verdi: Il Trovatore. No voy a hacer la crítica que ya corre por varios blogs de ópera y con la que estoy básicamente de acuerdo, sino protestar por encontrarme de nuevo con lo que ya es habitual, harta ya del esperpento en que se ha convertido la ópera y la burla que se hace a quien asiste y paga una entrada.

Il Trovatore de 1853, es una ópera del periodo medio de la producción de Verdi, es una ópera que está en calidad lejos de su contemporánea La Traviata, muy muy lejos de Aida, y a años luz de Otello y Falstaff. Es una ópera con un libreto absurdo, con una historia disparatada y delirante, ambientada a principios del siglo XV basada en El Trovador de Antonio García Gutiérrez de 1836, un dramón que es iniciador de teatro romántico en España. Pero es una ópera muy popular, con arias, conjuntos y coros hermosos y muy populares. Es lo que se podría llamar una «ópera de cantantes», la orquesta no es más que una gigantesca guitarra que los acompaña, y se necesitan cantantes muy buenos para asumir los cuatro papeles principales.

Sí, la mantiene en el repertorio la popularidad de su música y la posibilidad de lucimiento de los cantantes y eso es lo que hizo que fuera soportable lo que vi hace menos de 48 horas, porque lo que nos ofreció el Palau de les Arts Reina Sofía fue esto:

¿Trascurre la acción en el siglo XV? ¿Qué más da eso? ¿Qué es ese panel desplegable? ¿El muro de las lamentaciones como dijo la amiga que me acompañaba? ¿Y los siniestros uniformes militares decimonónicos? ¿Son una metáfora de la no menos siniestra dinastía Trastámara a la que apoya el malo? Porque el malo de la ópera, el Conde de Luna, uniformado, calvo y… fumador. ¡Anatema con él!… Pero los gitanos del grupo de Azucena y Manrico, son unos pobres desplazados, unos exiliados, unos emigrantes con la maleta a cuestas… Y la torre-prisión en la que acaban Manrico y Azucena es una estructura de pilares de hormigón en los que se ven todavía los puntales del encofrado…, es que la especulación inmobiliaria del Conde de Luna ha sido muy perjudicial. Que feo, que esperpéntico, que hartazgo, cuantos años ya con esto en la ópera. Sacarlas de contexto, degradar la historia por absurda que sea, provocar al espectador para llamarlo ignorante, reaccionario…

Hace menos de un mes intenté ver en el canal Mezzo Los Maestros Cantores de Nuremberg de Richard Wagner en la producción que ha hecho su bisnieta Katharina en Bayreuth. Fue imposible, la historia y la música eran incompatibles con lo que estaba viendo. Todo el lirismo, toda la melancolía del monólogo de Hans Sachs en el tercer acto, así  como otras escenas antes y después no tenían ninguna relación con la gamberrada que era la puesta en escena. Es algo que me niego a poner aquí, prefiero que Hans Sachs evoque la pasada Noche de San Juan de esta manera:

Qué moderno parece todo pero qué viejo y qué visto está ya. He rastreado este tipo de puestas en escena hasta finales de los años sesenta. En los setenta empezaron a desarrollarse y tener aceptación y en los ochenta eran ya una plaga. No se trata de hacer puestas en escena al estilo del siglo XIX, se pueden realizar abstracciones como las que hizo Wieland Wagner en Bayreuth en los años cincuenta y sesenta, que despojó a los dioses y a los héroes de los aditamentos de guardarropía. Se puede hacer como Jean Pierre Ponelle, que tiene alguna de las más poéticas puestas en escena, como esta del Orfeo de Claudio Monteverdi en 1978, cuando esta ópera que llevaba casi tres siglos sin representarse, de la mano de Nicolaus Harnoncourt volvió de nuevo a un escenario en un pequeño teatro de Suiza.

Un tema mitológico, una de las obras fundadoras del género, pero nada de peplos ni de túnicas. Jean Pierre Ponelle sitúa la acción en el Renacimiento, el tiempo que vio nacer a la ópera.

Desde hace cuarenta años la ópera y tambien el teatro en menor medida, está en manos de quien menos música sabe. Los directores de escena son tiranos que desprecian al público, despreciean el trabajo de los cantantes, de los músicos, de los directores de orquesta. Hay veces, como la otra noche con Il Trovatore, que la música, el canto, la popularidad de la obra tienen la suficiente fuerza para imponerse; pero cuanto más compleja es una obra como en el caso de Los Maestros Cantores, la ignorancia, el desprecio y el odio, sí el odio, la destrozan completamente.

Estoy convencida que hay una finalidad siniestra en ese regodearse en la fealdad, en degradar las obras, en demostrar una ignorancia que no es afectada sino completamente cierta. Recuerdo lo que dijo no hace mucho uno de estos genios de la escena cuyo nombre no citaré, con respecto a Parsifal de Wagner, que era una ópera «que tenía mucha música». ¿Qué quería decir, que tenía muchas notas? ¿Que era muy larga? ¿Muy densa? ¿Muy aburrida? No hay problema, yo la ambiento en un burdel y verás que actual queda.

La ópera es uno de los lugares, de las situaciones, donde nos situamos completamente fuera de la realidad. Nada de lo que ocurre en el escenario es real. Muchas, muchísimas óperas, nos llevan a la situación de adentrarnos en un mundo de belleza irreal, incluso cuando cuentan, como suele ser habitual historias tristes, trágicas, comenzando por las primeras óperas de la historia con el mito de Orfeo. De llevarnos a esa belleza se encargan el canto y la música, pero desde hace años eso parece estar prohibido, la belleza está prohibida. Hay que arrastrarla por el fango, convertirla en escoria, en basura, en algo abyecto. Es un proceso que viene de más tiempo, desde los inicios de la vanguardia a principios del siglo XX y no es sólo un proceso que afecte al arte, es algo que afecta a la visión del mundo. Una actitud destructiva, como decía Erich Fromm, una actitud necrófila.

Pero la belleza es necesaria, tanto más cuando las cosas se ponen difíciles. ¿Sabrá alguno de estos genios de la escena, de estos educadores de la sensibilidad contemporánea quien fue Max Reinhardt? En 1935 en plena gran depresión, con los nazis en el poder en Alemania y teniendo entusiastas partidarios en su patria austriaca, el fundador del Festival de Salzburgo, con la obra de William Shakespeare y la música de Felix Mendelssohn hacía algo como esto:

Y aquí, esta maravilla del Sueño de una noche de San Juan, completa.

William Dieterle y Max Reinhardt directores.
Guión: William Shakespeare
Música: Felix Mendelssohn con arreglos de Erich Wolfgang Korngold.
No tiene subtítulos, Los créditos y como tal, la película, comienzan en el minuto 6:32.

Feliz noche de San Juan a todos.

23 pensamientos en “Stride la vampa

  1. Soy muy de Verdi, en el que creo ver siempre la autenticidad de la pasión, a diferencia de otros compositores más sinfónicos o más técnicos. Mi ópera verdiana es «Rigoleto», nombre de mi primer blog, pero me gusta oír de cuando en cuando El Torvador y ese Stride la vampa, precedido del coro del yunque, me gustan bastante.
    En el blog de Muñoz Molina alguien (supongo que Marco) puso una vez un enlace de una ópera en que el coro cantaba desnudo. No recuerdo los detalles, pero era algo que chirriaba tanto como cuando veo a los compañeros de mi hijo ir a la facultad en bermudas coloreadas.
    Debe ser el signo de los tiempos: cuando no hay originalidad, se desvirtúa (que no se re-crea) lo original con la pretensión de dar gato por liebre.

    Un abrazo,

    AG

    • Verdi tiene el genio mediterráneo de poder dar humanidad y pasión incluso a los personajes y a las historias más disparatadas como la de El trovador, de ahí que que se pudiera ignorar la estructura de hormigón y el muro de las lamentaciones, el feo vestuario y la escasa dirección de actores. Además los cantantes eran buenos, sobre todo la soprano y la mezzo. Pero esto se hace en Peleas y Melisande de Claude Debussy y te tienes que ir del teatro.
      Por suerte ya hay cantantes, al menos los que tienen ya una carrera consolidada, (Waltraud Meier se negó a cantar en una producción del de la cita de Parsifal porque dijo que ella no era una actriz porno) que se están negando a cantar en estos esperpentos, pero claro, eso no es fácil que lo puedan hacer cantantes más jóvenes, ni desde luego, el coro.

  2. La espera ha merecido la pena 🙂

    Es lo que hemos estado hablando acerca del arte moderno. Y Javier Marías ha hablado también de esto en su artículo Por qué detesto el teatro del libro que tantas veces hemos citado. En la pregunta que tú te haces das con el dardo en la diana: ¿Trascurre la acción en el siglo XV? ¿Qué más da eso?

    Esta entrada se merece mucho más tiempo del que he dedicado ahora, por lo que reservo un trocito de esta tarde para continuar.

    Y como siempre, gracias. 🙂

    • Me he releído las tres páginas del artículo de Javier Marías, y en efecto, al teatro también le ha tocado la destrucción de los genios de la escenificación, donde se altera y se destruye la obra original, sobre todo si se trata de un clásico…, una obra de vanguardia ya está destruida en su origen. Sobre lo que cuenta de los brincos, las carpas y las danzas histéricas, recuerdo hace años una obra moderna a la que fui, muy alabada y demás, ya no recuerdo por qué la alabaron tanto ni cual era el tema, en la que en las primeras escenas los actores rodaban desnudos por el escenario en rampa (yo estaba en un palco) pero rodaban con naranjas, que rebotaron, se salieron del escenario y el público de butacas se puso a recogerlas y a troncharse de risa…, el drama que representaban se vino abajo.

      • El drama se convertiría pues en tragicomedia: tragedia para la compañía, y comedia para todos los demás 😀

        No sé si será acertada la sensación que tengo, pero me parece que hay autores (Wagner quizá el que más) más proclives a ser víctimas de esta tropelías escénicas que otros. Observo que no has mencionado a La Fura dels Baus 😀 😀 Si después de pinchar en el enlace que acabo de poner me retiras la palabra in saecula saeculorom no podría culparte 😀 😀

        • Sin palabras.
          A mí no me gusta nada esa «producción» de La Fura dels Baus que ha puesto a Valencia en el mapa wagneriano.
          Te sigo respondiendo más abajo que esto se estrecha 😀

  3. Abusando un poco más de tu confianza me atrevo subrayar lo siguiente:
    La ópera es uno de los lugares, de las situaciones, donde nos situamos completamente fuera de la realidad. Nada de lo que ocurre en el escenario es real. Muchas, muchísimas óperas, nos llevan a la situación de adentrarnos en un mundo de belleza irreal, incluso cuando cuentan, como suele ser habitual historias tristes, trágicas, comenzando por las primeras óperas de la historia con el mito de Orfeo. De llevarnos a esa belleza se encargan el canto y la música…

    Y finalmente: la belleza es necesaria, tanto más cuando las cosas se ponen difíciles

    • La ópera siempre fue algo irreal, desde la favola en musica que es el Orfeo de Monteverdi. Es irreal que todo el dialogo sea cantado, que los personajes se paren a expresar sus sentimientos en arias, que un personaje cuando está muriendo tarde cinco minutos mientras canta. Las reglas del juego son: nada de lo que pasa aquí tiene que ver con la vida cotidiana.
      Creo que el abuso de esas «producciones» esperpénticas está, por suerte, en que teatro y ópera, también ballet, son artes reproducibles, hay que representarlos, cantarlos…Digo por suerte porque creo que este tipo de «artistas destructivos» si pudieran también «mejorarían» las obras de arte de las que hay un solo ejemplar, como por ejemplo rajar la tela de las Meninas para que exprese quien sabe que empanada mental o pintarrajear con graffiti la Capilla Sixtina para ponerla acorde con los tiempos. Manifiestos que dicen cosas de ese tipo los hay.

      • ¡Qué barbaridad! No sabía lo de esos manifiestos, aunque visto lo visto, no me extraña, sobre todo después de que se publicara la versión de Huckleberry Finn omitiendo la palabra «negro».

        Yo, como soy tan pedestre, acudo cuando puedo al lema ese del whisky y el agua (nunca estaré lo suficientemente agradecido a John Ford), que a este paso va a quedar grabado en letras de oro en el frontispicio de mi alma (Lorencito Quesada 😀 😀 ), si no lo está ya: cuando quiero ver a un nibelungo, quiero ver a un nibelungo, no a Franco.

  4. El asunto del destrozo y sacar de contexto y a ver quien se atreve a más comenzó con Wagner, sobre todo con El Anillo del Centenario de Patrice Chéreau, hoy considerado un «clásico». Aquello era sobriedad al lado de lo que hace la bisnieta, La Fura dels Baus o el tipo que no pienso citar su nombre.
    Pero no solo es Wagner, ya se da en todo tipo de óperas, incluso en las barrocas. Esta aria de Giulio Césare de Haendel es de un lirismo sencillo y elegante y mira en qué se convierte. Nada que objetar a la cantante Sarah Connolly. De ahí que hablara yo de desprecio a la labor de cantantes y en este caso de conjuntos musicales especializados en música antigua.

    El tema Wagner lo voy a tratar en el mes de Julio, pero no desde esta perspectiva tan deprimiente.

    • Yo sé que no son formas, Hesperetusa, pero después de ver la escena que has puesto casi que he estado a punto de abdicar de mis principios, porque Sarah Connolly está inmensa y Danielle de Niese, mareante 😀 😀 ¡Qué pena no reconocerla como Cleopatra!
      Y qué aria tan maravillosa.
      Y espero a Wagner 😉

  5. Vaya, ya se empieza a decir que también en la escenografía operística el emperador está desnudo. Estupendo dedo en la llaga Hesperetusa. Yo tengo muy claro lo que sucede: puro erostratismo. Al igual que los arquitectos se pirran por meter sus zarpas y remodelar edificios antiguos, así los artistas de hoy, sin nada que decir, gustan de mancillar la grandeza para que se les relacione de algún modo con ella. Vanitas vanitatis. Yo no estoy en contra de las transportes (ocasionales) de la ambientación histórica si está en alguna medida justificado o se encuentra un resultado más o menos equivalente en cuanto a efecto estético, pero sí me desagrada, como es lógico, que a todas las creaciones sublimes del pasado se las quiera hacer atravesar la morbidez freudiana y la decadencia urbanita. Eso es lo que se entiende hoy por «acercar arte y vida». «Belleza» es una palabra desterrada de las bellas artes y de la filosofía actuales.

    Yo ya he visto decenas de figurantes totalmente desnudos, en un montaje de Wozzek y una orgía en toda regla en el Venusberg de Tannhäuser. Por no hablar de operaciones televisadas, minimalismos que rozan la roñería, y todas las ofensas posibles a la moral, la religión, los cánones clásicos y, en fin, a todo lo que siempre fue honorable.

    • Yo no tengo esperanza de que esto cambie, al menos en Europa. Uno de los efectos positivos de la depresión económica podría ser que no hubiera dinero para mamarrachadas, pero me parece que de momento no es así.
      Ahora ya no vale sólo la descontextualización de la acción y la historia, ahora hay que escandalizar con el desnudo gratuito, la orgía, lo desagradable o la burla.
      Como comentaba más arriba, lo que hizo Patrice Chéreau en 1976 con el Anillo del Centenario de Bayreuth, hoy es puro clasicismo y buen gusto (a mí nunca me ha gustado de todos modos) y tenía sentido tomando la historia como metáfora de la Revolución Industrial, que es lo que explica George Bernard Shaw en El perfecto wagneriano, pero ya más de treinta años de ver a Wotan con gabardina es pasarse.
      Si miras alguno de los blogs de ópera que han comentado El trovador los hay que hasta están de acuerdo con la puesta en escena…, y con esta ópera no creo que se puedan hacer metáforas de ese tipo.
      Lo que está pasando es que hay demasiados incendiarios ya para que se recuerde su nombre.

  6. Comparto tu crítica querida Hesperetusa. Esto es algo que están sufriendo ahora mismo prácticamente todas las manifestaciones artísticas. En música, lo que prima hoy en día es el espectáculo de feria, por encima de la armonía musical; En pintura, no prefiero opinar porque me da náuseas todo lo moderno. Cualquiera diría que todo esto no sucede adrede sino que algún grupo o alguna ideología está patrocinando todo esto. Creo que esto de las «puestas modernas» en la ópera tiene que ver con una concepción del arte, completamente prostituida al servicio de una «causa social». Como bien lo dijiste, un arte que busca la belleza por la belleza, el arte por el arte como diría el gran Théophile Gautier, ya es del pasado.

  7. Gracias por comentar Calisto de Cirene.

    Supongo que conoces este caso reciente sobre la representación de Tannhäuser en Düsseldorf y es que con ciertas no se bromea ni se puede ir de cool. De todos modos hay algún error porque Tannhäuser no dura cuatro y media, que a periodistas ignorantes no nos gana nadie.

    El tema de las puestas en escena lo voy a tratar de nuevo pronto, en el mes de julio.

    En cuanto a la prohibición de la belleza artística actualmente me gustaría tratarlo una vez pasado el verano, Tengo algunos borradores sobre asunto, pero como en verano los blogs entran en hibernación no quiero que sea un tema que pase desapercibido y se pierda por más etiquetas y categorías que se pongan. Siempre que mis lectores quieran participar, claro.

    • Querida, espero con ansias tu artículo sobre las puestas en escena. Y me gustaría mucho poder seguir tratando esta cuestión de la belleza en el arte. Estoy completamente de acuerdo contigo en ese sentido. Con respecto al verano, Querida Hesperetusa, te cuento que soy de Paraguay y ahora mismo estamos pasando mucho frío, pero me gusta el frío ya que es una rareza por aquí. Recientemente, he colocado este artículo tuyo en una comunidad de facebook de Ópera en Paraguay, lo cual ha suscitado un debate personal con un tenor. El mismo, me pone cosas como éstas: «No estoy de acuerdo con esa crítica. Creo que es necesaria la búsqueda de nuevos lenguajes visuales, y en esa búsqueda, es normal de cometer errores o de que no todo el mundo este de acuerdo. Pero es necesario quitarle el rótulo de que la ópera es un arte viejo, y la industria de la ópera tiene que estar a la vanguardia de las innovaciones tecnológicas y estéticas de nuestro tiempo. Saludos.»

      ¿Qué se puede esperar cuando los mismos «artistas» carecen de criterios estéticos? Saludos, Querida.

      • Continuando, el mismo tenor o aprendiz de tenor responde ésto: » Me encantan las teorías y el mundo de lo ideal, los análisis utópicos… Pero la realidad de la ópera del siglo 21 es que si no se renueva, MUERE… No nos queda opción, tenemos que jugar en la mesa de la globalización, nos guste o no. Y no digo que me guste… Es nada más una situación que ya esta dada y tenemos dos opciones: aceptarla o no. De todos modos las reglas de juegos serán dictadas por el mercado. Y el mercado hoy dice que el público quiere algo más que puestas literales y anticuadas con vestuarios del 1600. El público necesita un lenguaje que vaya más allá. Y es nuestro deber como artistas ser fieles a nuestro público, por supuesto sin dejar de ser fieles a la obra de arte.
        La ópera, por ser un LENGUAJE UNIVERSAL, puede adaptarse a nuestro tiempo y contar historias, que si bien fueron escritas hace cientos de años, nos suenan muy actuales.»

        Pero bueno, ¿Qué podemos decir en esta realidad actual donde algunos dicen que si Beethoven y Wagner estuviesen hoy en día serían metaleros? Es como decir que si Goethe viviese hoy en día, sería guionista de cine; O si Rubens viviese hoy en día sería diseñador gráfico, pero bueno, así estamos. Le respondí extensamente a este Tenor, si es de tu agrado pondré aquí mi respuesta

        • Naturalmente que puedes poner tu respuesta aquí.

          Perdona que ahora no me extienda en el asunto, pero en España son casi las dos de la madrugada, aunque hace una temporada que padezco una racha de «pertinaz insomnio».

          Cuando dentro de poco trate de nuevo el asunto de la puesta en escena se trata de una ópera en concreto, pero la situación es extensiva y general.

          Mañana, mejor dicho cuando se haga de día comentaré sobre una ópera que vi en el canal francés Mezzo hace dos noches.

          • Querida, es normal que espíritus como el tuyo madruguen. Yo siempre fui amante de la madrugada porque era el único momento en que encontraba un silencio real para todo tipo de cavilaciones. Y no obstante desde hace dos años me encuentro trabajando de madrugada en un aeropuerto. Aquí ahora mismo están por ser las 8 de la noche. Bueno, ésta fue mi respuesta: «Creo firmemente que el arte refleja el espíritu de la sociedad del momento, y que es la mejor forma de evaluar a una sociedad. Generalmente nos enseñan que en la época del Antiguo Régimen se vivía muy mal, nos pintan como un período oscuro, lleno de tiranía y opresión. Quizás ésto sea cierto en parte. Sin embargo, la sociedad se caracterizaba por tener un orden establecido, inmutable y estático, donde cada uno tenía asignado un papel y donde no había movilidad social. El que nacía campesino, lo sería de por vida, lo mismo pasaba con el que nacía en el seno de la nobleza. Este sistema se nos presenta a nosotros ahora mismo como injusto. Pero una de las cualidades positivas que tenía este sistema, es que no había esa confusión social, ese «stress» colectivo que es nuestro pan de cada día. Por ende, el Arte reflejaba ese Orden que para ellos estaba dispuesto por la divinidad. El Arte era un reflejo de la Armonía que se vivía en la sociedad, solo así se pudieron alcanzar manifestaciones artísticas que ahora mismo nos resultan completamente incomprensibles, como las catedrales góticas, construcciones que son completamente insuperables. Ellos construían cosas para la eternidad, para que fueran perdurables, y que eso refleje el orden inmutable de la sociedad. Había en particular una clase social, la Aristocracia, que apoyaba el Arte y hacía posible que los grandes genios y artistas pudieran dedicarse de lleno a todo aquello a lo que fueron «llamados», ya sea sus «dones divinos» o virtudes extraordinarias. Esta Aristocracia era culta y refinada, y estaba interesada especialmente en todo aquello que pudiera hacerla ascender espiritualmente. En cambio, con el ascenso paulatino de la burguesía, los artistas fueron perdiendo su mecenazgo y su Arte fue dependiendo de gustos menos elevados y más toscos para sobrevivir. En consecuencia, el Arte, en todas sus manifestaciones, se fue degenerando. El artista, pues, para crear las más increíbles y extraordinarias manifestaciones de la Belleza, necesita dedicarse de lleno a su arte, y no realizar otras ocupaciones (laborales, familiares) que no hacen más que perturbar su magnífica labor. Por ende, si queremos un Buen Arte, éste no debe depender de gustos mayoritarios, es decir, del «Mercado», sino ser completamente libre. El Arte de la Fuga de Bach refleja la Armonía del Cosmos, y sus Cantatas intentan emular los coros celestiales. El Arte de ahora, manoseado tanto por liberales y comunistas, siempre se encuentra prostituido al servicio de otra cosa completamente ajena. El arte actual, o bien intenta reflejar «la lucha social» de ciertos sectores, o no es más que morbo y satisfacción para gente sin criterios. Necesitamos una nueva Aristocracia. Necesitamos que los artistas y los genios (poetas, científicos, filósofos) puedan vivir tranquilamente, sin preocupaciones económicas de ninguna índole, y con un Arte sin ataduras, sin responder a un «mercado». Debemos ser conscientes de que nuestro arte moderno es muy inferior al arte clásico. La Pintura está en decadencia; La literatura está en decadencia; La Música está en decadencia; La Arquitectura está en decadencia.»

            Bueno Querida mía, siempre con ganas de leerte. Muchos saludos.

  8. Lo que está matando la ópera es precisamente ese sacar de contexto de las historias que cuenta, ese provocar por provocar, ese regodeo en la fealdad e incluso en lo abyecto y malvado (caso del Tannhäuser de Düsseldorf) Y también otra cosa no por menos aparentemente visible menos perniciosa: el que los repartos se hagan en función de fotos y no de la calidad de los cantantes, que los cantantes, especialmente las cantantes, tengan que ser necesariamente, jóvenes, guapas y delgadas.

    El lunes pasado vi Die Zauberflöte, de Wolfgang Amadeus Mozart en el canal Mezzo. Era una grabación del Teatro de la Monnaie de Bruselas de 2005 y dirigía René Jacobs. La puesta en escena era agradable de ver. La flauta mágica a fin de cuentas es un cuento y un cuento puede estar ambientado en casi (casi, no en todas) cualquier época. Había escenas muy graciosas, las de los diálogos entre Papageno y Papagena anciana. Hasta aquí casi nada que protestar pero… Sarastro no era bajo, Papageno no era barítono, la Reina de la Noche no tenía la voz ni era la cantante que requería tan endiablado papel. Pero eso sí, eran todos jóvenes, guapos y delgados. Papagena parecía al final ese personaje de cara caballuna de la serie sobre Nueva York y que no recuerdo su nombre. Supongo que todos lo debieron encontrar muy bonito y muy actual. Cuando yo veo La flauta mágica, quiero que los cantantes canten sus papeles con las voces adecuadas. Si luego el aspecto físico les acompaña mejor que mejor (y desde hace años la gente se cuida mucho más y tiene un buen aspecto físico durante muchos años) Pero lo que no quiero es unos cantantes que parece que hayan pasado por un casting de modelos pero que no cantan ni una nota. Eso es algo que ya está ocurriendo y mucho también ahora.

    Como decimos a este lado del charco: entre todos la mataron y ella sola se murió.

  9. Las adaptaciones se deben a un desconocimiento absoluto del pasado. Por lo tanto hay que explicitar, traducir, meterializar absolutamente todo. Y la música queda ahí como un don Tancredo… no existe el sugerir, intuir, imaginar, el contraste, lo discontinuo, tan importante en el teatro…

    • Gracias por comentar José Vicente.
      Estoy de acuerdo contigo, pero además es que veo un deseo destructivo en todo esto, parece que si no se arrastra una obra de arte por el fango hoy día no parece tener valor alguno, al menos para ciertos grupos y corrientes vamos a decir «de pensamiento» Es la necrofilia que explica Erich Fromm en Anatomía de la destructividad humana.

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