Una habitación a oscuras, una única fuente de luz, una gran figura que llena todo el cuadro. Una mujer sentada. Aún es joven, ni su rostro que apenas vemos, ni su cuello y escote, ni sus manos delatan todavía la huella destructiva del tiempo. Solo tres colores, los más antiguos, los que han acompañado a los humanos desde la remota prehistoria: el blanco, la luz, el rojo, la vida, el negro, la muerte.
Georges de La Tour (1593 – 1652), pintor lorenés, hijo de un albañil, casado con una mujer de la nobleza, con ínfulas de noble y odioso a sus vecinos, famosísimo en vida. Habitante del terrible siglo XVII, en una tierra disputada entre el Imperio y el rey de Francia. El incendio de Luneville, donde vivía, por las tropas francesas en 1638, quemó casi todos su cuadros. Étienne de La Tour, su hijo, fue noble, gobernador de Luneville. Quiso borrar las huellas del artesano que fue su padre. Georges de La Tour, pasó muy pronto al olvido más absoluto. A finales del siglo XIX, los historiadores del arte, todavía inmersos en la atribución de las obras, atribuyeron sus cuadros a otros pintores, a Zurbarán entre ellos. Georges de La Tour no existía, de su producción de casi quinientos cuadros, quedaron veintitrés originales. Georges de La Tour volverá existir a partir de 1932, cuando la Europa del siglo XX, que ya olvidaba lo que era la oscuridad pronto conocerá las tinieblas.
Los cuadros de Georges de La Tour no tienen título, es decir su título original se ha perdido y el que tienen es posterior al redescubrimiento del pintor. Volvamos al cuadro. ¿Esta mujer es María Magdalena? María Magdalena, santa muy popular en la Edad Media, fue un motivo muy repetido desde el Renacimiento, pues en un cuadro de temática religiosa es posible pintar a una hermosa mujer, poder exhibir ricos ropajes, desnudez femenina sin que hubiera censura. Magdalena a partir del Renacimiento es casi siempre rubia, de larga y rizada cabellera. Incluso o sobre todo, cuando de trata de Magdalena penitente, es posible apreciar la sensualidad del personaje. María Magdalena siempre fue una santa incómoda, ambigua, turbadora. No era virgen, no era esposa, no era madre, pero es una de las valientes mujeres que asiste a la Crucifixión y el primer testigo de la Resurrección. La Iglesia no tuvo más remedio que tolerarla.
Georges de La Tour pintó varias Magdalenas, pero ninguna obedece a ese tipo de mujer rubia y aristocrática. Estamos en el fin del Renacimiento, porque el barroco es el fin de la cultura que comenzó en el Renacimiento. Qué poco tienen que ver los personajes de Georges de La Tour con las grandes composiciones contemporáneas de Rubens para María de Médicis, con las mitologías de Poussin o los melancólicos atardeceres de Claudio de Lorena. Magdalena está sola en una habitación despojada como una celda, mira hacia el espejo aunque no vemos su reflejo ¿se ve ella misma? Quizá se mira por última vez. Quizá nunca más volverá a ver su rostro iluminado intensamente por la única fuente luz, ese candelabro con esa vela lujosa de cera, en ese espejo de marco tallado. Ha dejado el collar de perlas sobre la mesa, las perlas que en el siglo XVII indican liviandad, se asocian con las cortesanas y la prostitución. En el suelo hay otras joyas. Magdalena se está despidiendo, en silencio, en soledad absoluta. Pero Magdalena aún es quien ha sido, la mujer que ha conocido el placer y la libertad. Aún calza lujosamente y su falda roja como los zapatos es de rico tejido. Ese color rojo que lleva siglos tiñendo los vestidos de novia, los vestidos de fiesta, los vestidos de las prostitutas. Es cierto que lleva una sencilla camisa, la camisa es esa época una prenda interior, pero su larga melena, no rubia ni rizada, sino oscura y lisa, está cepillada como la de una dama de la época Heian. Y en otras o posteriores versiones, Magdalena, que ya ha renunciado, que ya no se ilumina con velas sino con candiles de aceite, que ya es penitente, mantendrá esa lisa y perfecta cabellera de dama japonesa.
Un universo casi monócromo, una austeridad total, habitaciones despojadas, personas humildes, nada bellas, unos volúmenes geométricos, incluso en los rostros. El ser humano solo, ante sí mismo, a la luz de una vela, de un candil, de una llama. En nuestro mundo de hoy hace mucho que perdimos la oscuridad. No podemos imaginar lo que es vivir solo a la luz de día, que luminarias como candiles, velas, antorchas, solo eran algo para hacer el tránsito a la noche, a la oscuridad total. Dije más arriba que cuando se redescubrió a Georges de La Tour en 1932 Europa estaba a punto de recordar las tinieblas. No las tinieblas metafóricas de vivir una era de guerra como la que vivió el pintor, sino las reales. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial la mayoría de las ciudades europeas bajo la amenaza de la destrucción de los bombardeos aéreos, volvieron a ser lo que habían sido durante siglos: lugares de oscuridad, incertidumbre y miedo.
Magdalena, seria, sola en esa habitación desnuda, con los restos de su pasado, con el espejo que el que no se volverá a mirar, rozando con sus dedos el cráneo amarillento de frente huidiza que tiene en el regazo pero al que no mira todavía. Magdalena es la imagen de la melancolía, muy parecida a la de Domenico Fetti, contemporánea suya. La melancolía de quien sabe que no volverá a haber amores, ni fiestas, ni alegría, ni belleza, porque todo es pasajero. Cuando Magdalena apague esa vela y se haga la oscuridad total en la habitación para el sueño de la noche, ese sueño será el hermano de la muerte que están acariciando sus dedos.
Es agradable leerte sacar tantas emociones de un cuadro. Precisamente, tal vez por mi inclusión en el movimiento Übelkeit und Erbrechen en su rama disidente, Latour me deja bastante indiferente. De poder elegir me quedaría con la supuesta Magdalena del Louvre (Terff) que, al menos, recurre a todos los elementos requeridos tras el Concilio de Trento y ya aportados por Ripa para mostrar la Penitencia. Siempre me ha parecido forzada esa tendencia al tenebrismo de salón con vela tan semejante a las aproximaciones del Greco y Caravaggio. Imagino que es demasiado el camino que aún me queda por recorrer para alcanzar una pizca, al menos, de toda esa profusión de detalles que entresacas. En un vistazo rápido, a mi solo se me ocurre fijarme en la masa compacta de la mujer, más parecida a una estatua sedente egipcia que otra cosa por la escasez de pliegues que le den ligereza (también puede ser porque no sabía perfilar bien los tobillos… fíjate en el del pie izquierdo de la Magdalena Terff que parece una bota de agua) y, por sobre todo, la imagen especular de la vela… de primeras incomprensible para cualquiera que haya estudiado un poco de óptica. Solo quien se situara sentado en el suelo a un par de metros de distancia, con los ojos a la altura de las rodillas de la Magdalena y, y solo si, el espejo estuviera girado un poco hacia la derecha (cosa que en el cuadro no ocurre), se podría efectivamente ver así el reflejo (lo reconozco, jajajaja… lo he comprobado). El resto me recuerda tanto a otras obras que no me llama la atención… basta mirar la Magdalena Penitente de Caravaggio (1597) para darse cuenta de que el motivo ya estaba abordado y, en mi opinión, con más éxito. De todas formas, te agradezco que me hicieras buscar… ya que desconocía la Magdalena Penitente de Giampetrino, hoy día en el (H)Ermitage, curiosamente precedente cercano de la de mi odiado Tiziano, que solo tuvo que copiar después la postura de la Venus de Botticelli para redondear ese espanto. Sin duda, a pesar de quedar impresionado por tu relato, me sigo quedando con la Magdalena de Carlo Sellitto (Capodimonte), mirrófora y a la vez tridentina… y con Barbara Hershey, claro… quién puede olvidar esos pasos tintineantes en La Última Tentación de Cristo de Scorsese, aunque ahí aún no estaba penitente… ni vivía en la Sainte Baume.
Mucho más interesante la Melancolía de Fetti… aunque la versión posterior de 1622, que ahora cuelga en las Galerías de la Academia de Venecia creo que aún se ajusta más al parecido con las Magdalenas Penitentes… sobre todo por la aparición de la planta, al estilo ya usado en las magdalenas penitentes del Greco y la desaparición de la esfera armilar. Aunque, de hecho, Fetti ya tiene una magdalena penitente de cinco años antes…en la que usa las referencias usuales de la época (libro, crucifijo y calavera transformada aquí en querubín). De todas formas, es un placer leerte y desparramarse a partir de tus estímulos por toda una serie de nuevos conocimientos… de Quentin Massys hasta Lefevre, me has dado un excelente aliciente para despejarme un rato sin tener que abandonar completamente el asunto que me ocupa. ¿Para cuándo la próxima?
Ni Caravaggio, ni Georges de La Tour, ni Domenico Fetti, ni Artemisia Gentileschi, ni ningún pintor barroco, pretendían hacer realismo…, la realidad está siempre filtrada, distorsionada, como ese reflejo imposible de la vela en el espejo que tan bien explicas. Si te fijas en el cráneo, es más el cráneo de un homo habilis, con esa frente huidiza y sin desarrollo de los lóbulos frontales, que procedente de cualquier osario de la época del pintor. Pensar que los pintores barrocos son el precedente del hiperrealismo es la afirmación más absurda que puede hacerse.
No pretendía en este escrito hacer un recorrido por la iconografía de la Magdalena penitente, sino más bien la evocación del simbolismo que hay en algunos cuadros de Georges de LaTour, su paleta de colores tan limitada, la soledad absoluta que muestran. La Magdalena de La Tour que yo he visto es la que está el Louvre, la del enlace, la llamada «Magdalena del candil» con unas piernas que se acercan más a un cuadro cubista de Fernand Leger que a unas piernas humanas auténticas.
Probablemente hay Magdalenas mucho mejores que las de La Tour, no lo niego, pero La Tour, no solo en la Magdalena sino en otros cuadros de su «etapa nocturna» nos pone ante otras cosas de las que he hablado en el escrito. También la música de les Leçons de Ténebrès de Couperin, como las de Tomas Luis de Victoria, Delalande o Thomas Tallis. Son algo más que un oficio de Semana Santa.
Goya decía: «el tiempo también pinta», se refería a la pátina que va dejando el tiempo en los cuadros y frescos, pero…, es algo más que eso. Es que enero de 2011 a 386 años de haberse pintado el cuadro, yo veo cosas que «no pintó» Georges de La Tour, y veo cosas que no vi en 1998 ante sus cuadros del Louvre.
¿Para cuando la próxima? Para después de los exámenes.
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INTERESANTE BITACORA; LA HE HALLLADO DE CASUALIDAD, BUSCANDO IMAGEENS SOBR LAS MUY RICAS HORAS DE BERRY.
ESTUDIO BELLAS ARTES Y, A PROPOSITO DE LOS QUE DICES…… YO ESTOY PINTANDO UNA MAGDALENA; ES UN RETRATO DE UNA AMIGA, EN LA CUAL PRETENDO INTRODUCIR VARIOS NIVELES DE LECTURA. AUN LE QUEDA MUCHO TRABAJO POR HACER, PERO……. PUEDE VERSE AQUI
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.1737554715934.98489.1150600944&l=fcee0143ad&type=1
Muchas gracias, Fernando por comentar.
Espero poner este fin de semana la entrada correspondiente al mes de septiembre del calendario de los Hermanos Limbourg. No deja de sorprenderme que esta entrada de la Magdalena de LaTour, junto con la del «Triunfo de la Muerte» de Brueghel tengan tantos lectores todos los días.
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Buenas, primero de todo, mis felicitaciones al escritor o escritora de este blog, es una delicia leer textos tan bien escritos y a la vez amenos. Estoy empezando un trabajo sobre la Magdalena Penitente de Georges de La Tour para la asignatura de Arte en época Barroca y considero que tus reflexiones acerca de este cuadro arrojan mucha luz (valga la redundancia si tenemos en cuenta el tenebrismo típico de esa época) a la hora de describir detalles muy reveladores sobre la naturaleza de la obra en sí y por supuesto, hago especial mención a las comparaciones tan pertinentes que haces.
Salutaciones cordiales y te animo a que continúes escribiendo.
Mis felicitaciones por esta entrada tan completa, llena de belleza y erudición.
Saludos cordiales.
Muchas gracias, José Julio. Esta entrada es como dije en otra entrada reciente, mi best-seller. Prácticamente no hay día que no sea visitada y espero que leída.
Hesperetusa, haber encontrado este blog ha sido todo un regalo. Y es un privilegio adentrarse en este bosque, lleno de (b)árboles artístico-literarios singulares, escritos de manera perceptiva, con pasión, sensibilidad y conocimiento, con el muy bien escogido acompañamiento sonoro de cada entrada. Gracias.
No recuerdo como encontré hace cierto tiempo la entrada virtual al bosque, aunque sí que la entrada del blog a la que llegué fue ésta, atraído seguramente por algún hechizo que las Leçons de ténèbres de Couperin han ejercido sobre mí desde hace tiempo. Afortunadamente acabé pinchando algún enlace adecuado, algo así como un al-Siq a tu bosque. Ya que dices que esta entrada es una de las más visitadas, aunque sea antigua, me parece que es un buen sitio para expresar mi agradecimiento.
Gracias MarianoS por tus palabras. Hermosa comparación la del enlace que se convirtió en el al-Siq de entrada al bosque. En verdad no dejo de sorprenderme del éxito de esta entrada, que es visitado casi diariamente y el hecho que a lo largo del tiempo se hayan ido dejando comentarios me dice que algo de lo que se cuenta aquí ha llegado a los lectores.
Y ahora que has comentado las Lecciones de Tinieblas, veo que nos acercamos a días que estaría bien poner como ejemplo musical otras…, pero no sé si podré tener preparado un escrito a tiempo entre los muchos borradores que se acumulan en el escritorio de WordPress.
Veo que vienes de un campo del conocimiento muy diferente del mío. Voy a seguir tu blog, aunque dudo que pueda comprender mucho de él. La vida es demasiado escasa para todos los conocimientos que desearía aprender.
…. lo cual, aunque sea una limitación que debemos aceptar como inevitable no es motivo para cejar en el intento de aprender otras cosas; como para mí la capacidad de ver y captar tantos matices, por ejemplo en una obra como esta Magdalena de LaTour de esta entrada (o en las demás) como los que tú aprecias y transmites. Y cierto, ya en la Semana Santa, los próximos días serían muy oportunos para recordar otras Lecciones de Tinieblas; estaría muy bien que te diera tiempo a ello. Creo que Couperin escribió nueve, de las que sólo se han conservado las tres del Miércoles Santo (según la carátula de mi venerable disco de vinilo). Conozco las de Charpentier y de Delalande y también merecen la pena. Tengo la tercera de Couperin en una lista para incluir en alguna entrada en el blog; voy yo también a ver si me da tiempo a sacar algo precisamente el Miércoles con esa música, aunque me temo que estoy empezando a comprender lo que quieres decir con borradores que se acumulan en el escritorio de WordPress. Gracias por apuntarte a seguir el blog. Seguro que puedes comprenderlo casi todo; intento que las entradas generales sean legibles sin depender de conocimientos previos, y si no lo consigo es que seguramente aún tengo mucho que aprender en éste nec otium.
Hesperetusa, qué buena idea la de comentar obras de arte poco o nada conocidas. Y hacerlo bien, muy bien, es todo un regalo que nos haces. Gracias.
Gracias por comentar María-Cruz Estada.
Salvo excepciones, que también las hay las obras de arte que parecen no son las más conocidas, pero incluso esas se pueden ver con otros ojos o ser importantes en un contexto diferente del artístico.
Un saludo y espero que vuelvas por este bosque otras veces.
Magnífica esta entrada, amena y brillante, un autentico placer. Gracias por compartir no solo el saber, también lo más importante, las emociones, las impresiones, la experiencia vivida.
Un cordial saludo.
Gracias Bárbara, esta es una de mis entradas preferidas. Aunque yo la Magdalena de Georges de la Tour que he visto es la que está en el Louvre.
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